De Ocho y medio a Nueve

Publicado el 4 febrero, 2010 por Antonio Tausiet
Actualizado en 2016 y 2023.


En 1963, Federico Fellini dirigió Fellini ocho y medio, un filme experimental y autobiográfico sobre la ausencia de inspiración creativa y la relación del hombre con las mujeres. Casi medio siglo después, Rob Marshall ha estrenado su musical Nine (2009), con el mismo argumento y partes de diálogo idénticas. Repasemos algunas películas relacionadas producidas entre una y otra, en un pequeño viaje cuyo indiscutible maestro de ceremonias es Fellini, el auténtico factótum inicial de esta especie de saga.
La matriz de todas las secuelas
Marcello Mastroianni es el famoso cineasta en decadencia Guido Anselmi, que se retira a un hotel balneario para huir de sí mismo, consiguiendo el efecto contrario: allí se reúne con él todo el equipo de la película que está preparando, además de las mujeres de su vida, tanto presencialmente como en forma de recuerdos oníricos. Desfilan su amante, su esposa, diferentes affaires, su madre y su musa. Con una recordada banda sonora de Nino Rota, Fellini ocho y medio (1963) consigue hacer pensar, divertir y emocionar. Ganó el Óscar a mejor película en habla no inglesa.
Primeras derivaciones (años setenta)
Entre las películas inmediatamente posteriores que se citan como herederas de Fellini ocho y medio, figura Acosado (1965), de Arthur Penn, protagonizada por Warren Beatty  en el papel de un moroso que se refugia con otra identidad en una nueva ciudad para huir de sus deudas de juego. Asimismo, en El fabuloso mundo de Alex (1970), de Paul Mazursky, Donald Sutherland es un cineasta ocioso en busca de inspiración. El propio Fellini aparece interpretándose a sí mismo.
Atención a esa prostituta tan querida (1971) es un film de Rainer Wender Fassbinder en el que un director de cine espera a su equipo en un hotel español para realizar un filme contra el Estado. François Truffaut dirigió y protagonizó la merecidamente oscarizada La noche americana (1973, con Jacqueline Bisset), la historia de un rodaje en la que se observan algunas referencias de Fellini ocho y medio, aunque el director no está en crisis, ni asistimos a su vida sentimental; eso sí: tiene recurrentes sueños sobre su infancia.
En 1979, Bob Fosse dirigió el musical Empieza el espectáculo, mezclando su propia biografía con claras influencias de los dos temas principales de Fellini ocho y medio. No en vano, Fosse ya había estrenado en 1969 Noches de la ciudad, trasladando al cine su propia adaptación musical para teatros del film de Fellini Las noches de Cabiria (1957). Empieza el espectáculo añade nuevos elementos a la historia del mujeriego -y gran fumador- director de cine sentimental (Roy Schneider): ahora también tiene una hija de 13 años, y la musa que le responde a sus monólogos (Jessica Lange) es además el personaje que nos acompaña al desenlace trágico.
Al genial Woody Allen tampoco le pasó desapercibida la gran obra fundadora de esta curiosa serie: la aprovechó para interpretarse a sí mismo en su propia versión de la historia de un cineasta en crisis, en Recuerdos (1980, con Charlotte Rampling), que no desmerece en absoluto de su inspiradora. Allen también tuvo presente Los viajes de Sullivan (1941), comedia de Preston Sturges sobre un director de cine cómico que quiere filmar una película de corte social.
Más y más variaciones
En Sueños dorados (1981), Nanni Moretti dirige e interpreta a un exitoso director de cine italiano amargado, que tiene su propio sueño con una musa inalcanzable; pero es en El sol del futuro (2023) donde Moretti realiza su Ocho y medio definitivo. En la película soviética onírica Parad planet (Vadim Abdrashitov, 1984), un grupo de militares visita un poblado de mujeres hermosas como las que evoca Felini en su filme. Y en la argentina La película del Rey (1986) Carlos Sorín cuenta la historia de un director en proceso de rodar un filme, que a medida que avanza adquiere más tintes fellinianos.
La excelente comedia negra de los hermanos Coen Barton Fink (1991, con John Turturro), y el experimento de Spike Jonze El ladrón de orquídeas (2002, con Nicolas Cage), tratan del bloqueo creativo de sendos guionistas de cine. La primera (Palma de Oro en Cannes) bebe más de Polanski que de Fellini. Y la segunda (Oso de Oro en Berlín) plasma un personal guion de Charlie Kaufman, cuyo espíritu está muy alejado del de Ocho y medio.
En 1995, Tom DiCillo dirigió Vivir rodando, con Steve Buscemi como el director de un rodaje accidentado. Simpática comedia menor en la que se intercalan sueños de los protagonistas, pero sin influencia directa de Fellini.
Peter Greenaway homenajeó las fantasías eróticas de Federico Fellini en su espléndida comedia bizarra 8 mujeres ½ (1999), en la que un padre viudo (John Standing) y su hijo se montan un pequeño harén que se acaba desintegrando.
El pedante director y humorista japonés Takeshi Kitano hizo su propio Ocho y medio en Takeshis’ (2005), donde se autoparodia con estética alucinatoria. Y las partes interpretadas por Cate Blanchett en blanco y negro de la magnífica biografía de Bob Dylan I’m Not There (Todd Haynes, 2007) beben directamente de la arrogante huida de la fama de Mastroianni en el film de Fellini.
Fin (musical) del bucle
Bob Fosse, director de Empieza el espectáculo (1979), había estrenado en los teatros de Broadway en 1975 su musical Chicago. Rob Marshall, coreógrafo como Fosse, lo adaptó al cine en su Chicago (2002), obteniendo un gran éxito. En 1982, Raúl Juliá protagonizó en las tablas el musical Nine, basado en Fellini ocho y medio y con el visto bueno del director italiano. Al protagonista se le dejó el nombre original -Guido- pero se le cambió el apellido por Contini. Fue reestrenado en Broadway en 2003 con Antonio Banderas como Guido.
Y llegamos a 2009, año del estreno de Nine, traslación al cine por parte de Rob Marshall del musical de 1982. Daniel Day-Lewis es quien da vida al cineasta protagonista. La recepción ha sido algo tibia, en comparación con el éxito absoluto de Chicago. Si bien es cierto que el encaje entre los números musicales y la trama está poco logrado, que la carga crítica e intelectual de Fellini ha desaparecido, que se han eliminado las referencias políticamente incorrectas y que falta una apoteosis final acorde con el tono general, sin embargo la película consigue transmitir toda la carga emocional de su predecesora de 1963. Day-Lewis construye un Guido Contini torturado, muy humano y tremendamente atractivo, que acaba redimiéndose aceptando al niño que, como buen donjuán, conserva dentro, y que es el que le proporciona su genio creativo.
La fuerza arrolladora de Fellini ocho y medio ha conseguido mantenerse viva a través de la peculiar historia de sus adaptaciones y secuelas, logrando que Daniel Day-Lewis/Marcello Mastroianni/Guido/Federico Fellini y Marion Cotillard/Anouk Aimée/Luisa/Giulietta Masina, la pareja protagonista, hagan de Nine una película todavía muy recomendable.
Apreciaciones personales: cine para mayores
Esta saga es en mi caso personal una alegoría meridiana sobre alguna de mis constantes vitales: la búsqueda eterna de la inocencia, la presencia abrumadora de las mujeres en mi vida y la reflexión perenne sobre la creación artística y los condicionantes psicológicos y sentimentales de los altibajos de la inspiración. Todas ellas cosmovisiones masculinas y autorreflexiones cinematográficas que considero que sólo se pueden degustar emocionalmente al completo desde la madurez adulta: tras décadas de experiencias, sufrimiento y alegrías.
En este sentido, precisamente, llegaba en 2016 el estreno en España de La juventud (2015), una magnífica película de Paolo Sorrentino sobre la vejez, inspirada, cómo no, en Fellini ocho y medio. Y en el mismo camino encontramos la citada obra de Nanni Moretti de 2023, otra cuenta más en el impresionante rosario de grandes filmes tratados en este texto, que sigue vivo y en crecimiento.

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