Contrasitios

Publicado el 14 mayo, 2008 por Antonio Tausiet


Con razón o sin ella. Mejor nos hubiera ido
Por Antonio Tausiet
Apuntes para una Historia de la presencia francesa en Zaragoza (1808-1814) y de los ilustrados afrancesados que la apoyaron. 

1. Marco histórico: la Guerra de la Independencia

La llamada Guerra de la Independencia fue un conflicto armado entre Francia y España que se prolongó desde 1808 hasta 1814. En Francia gobernaba Napoleón Bonaparte, y en España el rey Borbón Carlos IV, que abdicó en su hijo Fernando VII. Se suponía que el paso de las tropas napoleónicas por España se producía para invadir Portugal (aliado de Inglaterra), pero a medida que los franceses llegaban a las distintas localidades, las iban tomando.

Las clases pudientes españolas animaron al pueblo a luchar contra los franceses, con la excusa de la Independencia, pero movidos por el miedo a perder sus privilegios si las ideas de la revolución francesa se imponían. Mientras sucedían las batallas, el rey de España fue José Bonaparte, el hermano de Napoleón.

Al terminar la guerra, Fernando VII llega al poder y reinstaura el absolutismo. Vuelven los jesuitas, se reaviva la Inquisición y se persigue a los afrancesados.

Napoleón pretendía llevar las ideas de libertad de la Revolución Francesa por el mundo, imponiéndolas por la fuerza de su imperialismo iluminado, e Inglaterra, otra de las grandes potencias del momento, se lo impidió. España fue el escenario del principio del fin del Emperador.


2. Los afrancesados

Los ilustrados afrancesados apoyaban la invasión, movidos por la idea de que el nuevo poder modernizaría España. Eran personas cultas y en ese momento constituían la clase intelectual del país. Sólo después de la Guerra de la Independencia el término afrancesado adquiere connotaciones de perseguido político.

Durante los años de la guerra, miles de ilustrados tuvieron que marcharse a Francia en el primer exilio masivo moderno de la Historia de España. Cuando muchos volvieron, engañados por Fernando VII, se desencadenó una persecución contra ellos.


3. El apoyo zaragozano a los franceses en los Sitios

Zaragoza fue una más de las ciudades donde entraron las tropas de Napoleón. La resistencia a los franceses en esta ciudad duró más tiempo del esperado, y este hecho provocó la destrucción de gran parte de los edificios, la muerte de miles de personas y, sobre todo, la utilización posterior de los llamados Sitios de Zaragoza como motivo nacionalista folclórico.

Más allá de las notas de la época en las que se nos habla de militares zaragozanos fieles a los franceses, capturados y fusilados, y algunos aristócratas proclives a la invasión, que rápidamente huyen con su fortuna, no hay referencias sobre los habitantes de la ciudad que defendían el pensamiento ilustrado. Pero probablemente, unos pocos aragoneses favorables a las ideas revolucionarias seguían manteniendo reuniones secretas en algún lugar de Zaragoza…

Durante los Sitios, se extendió entre los zaragozanos la obsesión por los espías. Se levantaron horcas en los acostumbrados lugares públicos y no pocos cuerpos de “espías franceses” fueron exhibidos públicamente colgados de ellas.

Doscientos años después, más de sesenta calles y plazas de Zaragoza homenajean al bando antifrancés. Benito Pérez Galdós escribió en sus Episodios Nacionales la mentira que luego se reprodujo en los billetes de mil pesetas de la democracia: “Entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde”. Zaragoza sí se rindió, y perdió la guerra, aunque lamentablemente por poco tiempo. Sólo cinco años más tarde, volvió la monarquía absolutista y el antiguo régimen, cuyos coletazos aún resuenan entre los conventos, las iglesias, los colegios y los cuarteles de la ciudad.

Agustina de Aragón, el General Palafox y el resto de los supuestos héroes de los Sitios de Zaragoza también se pueden ver desde la perspectiva de los ilustrados. Fueron quienes consiguieron que España continuase en la Edad Media hasta los años setenta del siglo XX. Mientras, Francia y el resto de Europa avanzaban hacia su modernización.

Dos siglos de estancamiento moral, político y social, con las únicas excepciones de los períodos liberales y republicanos, rápidamente fulminados. Un país que se queda sin intelectuales. Pero, ¿cuál fue el papel de los afrancesados en los Sitios de Zaragoza?

Francisco de Goya, nacido en un pueblo cercano a Zaragoza y que vivía en Madrid, donde alternaba con intelectuales como Moratín o Jovellanos, reflejó en sus grabados y pinturas los horrores de la guerra. Al mismo tiempo, retrataba a los reyes y su corte. José I, el hermano de Napoleón, otorgó a Goya la Orden Real de España, galardón que premiaba las adhesiones a su corona. Cayó en desgracia tras la restauración de Fernando VII, hasta que en 1824 se exilió en Burdeos, siguiendo la estela de tantos otros que veían amargamente cómo su país avanzaba hacia el abismo. Uno de los grabados sobre “Los desastres de la guerra” se tituló “Con razón o sin ella” (ver ilustración de este texto). Se trata de un fusilamiento por parte de soldados franceses. El título refleja la contradicción en la que se tuvo que mover el pintor: defensor de la diosa razón, como sus amigos afrancesados, fue testigo de una contienda cruel con sus consabidas atrocidades.

El pueblo acabó gritando “Vivan las cadenas”, arrastrado por la ola de ceguera que les llevaba a solicitar un monarca absolutista, y la constitución liberal de 1812 sólo estuvo vigente dos años, además de otros breves momentos posteriores de la Historia de España.


4. El General Guillelmi

El capitán general del ejército de Aragón Jorge Juan Guillelmi y Andrada (Sevilla, 1734) tenía 74 años el 2 de mayo de 1808, cuando los franceses se enfrentaron a los madrileños. En un bando de 5 de mayo pidió prudencia y concordia a los zaragozanos. 19 días después, tras sacarlo a la fuerza de la Capitanía General y Audiencia Territorial (Palacio de los Luna, en el Coso, 1) fue encarcelado en la Aljafería, donde murió el 12 de marzo de 1809, siendo enterrado en la iglesia de San Martín de dicho castillo sin ningún tipo de ceremonia.


Otra versión de los hechos dice que los franceses lo liberaron los primeros días de abril de 1809, muriendo poco después. Pero esa misma versión, de la Gran Enciclopedia Aragonesa, afirma que Guillelmi no era un afrancesado, “sino un anciano militar apegado a la legalidad”. Esta insinuación se cae por su propio peso si consideramos que se trataba de un catedrático de matemáticas, viajero, conocedor de varios idiomas y excelente pintor: véase ilustrando este texto el “Trampantojo dedicado a don Francisco Antonio de Lacy”, obra de Jorge Juan Guillelmi de 1783. Además, en el mismo artículo se afirma que era de origen italiano, pero su padre nació en Bruselas. Por eso su apellido se pronuncia “Guillelmí”.

En la obra recopilatoria “Prisiones de Europa” (1863) podemos leer: “El general fue tratado en la Aljafería con la mayor consideración hasta el 14 del inmediato junio de 1808”.

El 15 de junio de 1808 se presenta el ejército francés en Zaragoza, pidiendo la rendición, que les es denegada. El 22 de febrero de 1809 Zaragoza capitula ante los franceses, tras el segundo Sitio.


5. La permanencia francesa en Zaragoza

Desde la rendición de 1809, Francia gobernará la ciudad bajo el mando de Suchet hasta el 9 de julio de 1813. Más de cuatro años. ¿Qué pasó entonces?

Según la Guía de Zaragoza de 1860, “Durante la permanencia de los franceses en Zaragoza, se mejoró la ciudad y sus afueras; proyectándose vastas obras de pública utilidad, que los acontecimientos de la guerra impidieron verificar. Propagandistas y creadores, dejaron en Zaragoza huellas de su paso; y, como en todas partes, semillas de otras ideas que en su día habían de germinar. Aquellas semillas brotaron a principios del año 1820, proclamándose en Zaragoza la Constitución”.

El Paseo de la Independencia -el nombre es posterior, obviamente (1860)- fue proyectado por los franceses (Paseo Imperial), con sus arcos copiados de la calle Rivoli parisina. También es de esta época la prohibición sanitaria de enterrar a los muertos en las parroquias del centro. Y la nueva y profusa iluminación con faroles de aceite por la ciudad, durante toda la noche.

El 20 de julio de 1813 se proclamó en Zaragoza la Constitución de 1812: fue un primer intento fallido. El 6 de abril de 1814 Fernando VII visitó la ciudad durante cinco días. Durante su estancia, varios zaragozanos arrancaron la lápida conmemorativa de la Constitución que se había instalado en las ruinas del convento de San Francisco (actual Diputación Provincial, en la Plaza de España). El 4 de mayo, Fernando VII derogó la Constitución.

Anexo:

El 18 de marzo de 2012 el periódico Heraldo de Aragón publicó una separata conmemorando el segundo centenario de la Constitución de 1812. En su página 4 aparece un reportaje titulado “La Zaragoza afrancesada”, firmado por David Navarro. En él se ofrecen datos aportados por el investigador zaragozano Jaime Latas, autor del libro “La ocupación francesa de Zaragoza (1809-1813)”. Transcribo aquí parte del contenido de ese artículo:

– De 100.000 habitantes antes de la guerra, la ciudad terminó con apenas 14.000.
– El mariscal Louis Gabriel Suchet recibe el encargo de Napoleón de administrar la ciudad. En ella se sentirá como un virrey.
– Se tomó a las antiguas autoridades como aliadas. Francia tomó años más tarde la ocupación de Zaragoza como ejemplo para la conquista de Argelia.
– El mando de la seguridad de la ciudad se mantuvo a cargo de las anteriores autoridades locales.
– Suchet se congració con la Real Sociedad Económica de Amigos del País, la Casa de Ganaderos y la Iglesia, herramientas perfectas de control social.
– Uno de los primeros actos que protagonizó Suchet tuvo lugar en el Pilar. El 12 de octubre de 1809 regaló un manto de raso blanco bordado de oro y encabezó la procesión.
– Se restauraron las corridas de toros, abolidas por Carlos IV en 1805.
– Se sufragó la Compañía de Comedias del Teatro Principal, inaugurado en 1799.
– Se celebraban espectáculos lumínicos para celebrar las victorias francesas.
– Una figura relevante fue Honorine de Saint-Joseph, bella esposa de Suchet, 20 años más joven que él, cuñada de José Bonaparte. Se hizo popular entre la población. Juntos visitaron el Monasterio de Santa Fe.
– La cultura se revitalizó; se potenció la Universidad.
– Se iniciaron planes urbanísticos: el paseo de la Independencia es la culminación del paseo Imperial; el barrio de la Magdalena fue saneado; el paseo de las Damas imitó a las avenidas parisinas.
– Se plantaron 10.000 árboles.
– Zaragoza tuvo por fin una administración moderna y eficaz: se creó el primer documento nacional de identidad de la historia de España.
– Se creó el primer cuerpo de bomberos municipales.


6. Citas y enlaces

“Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza, en la VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles. Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de Napoleón los remataron a bayonetazos.”
Luis Buñuel, “Palacio de hielo” (1927)

“Zaragoza, ciudad afortunada en aquel tiempo por el sabio jefe que tenía a su cabeza, el teniente general don Jorge Juan Guillelmi, y por la multitud de gente docta que ilustraba a aquella capital y a toda la provincia.”
Manuel Godoy, “Memorias” (1836)

“En Cádiz estaban las ideas sin acción; en el resto de España, la acción sin ideas.”
Karl Marx, “La España Revolucionaria” (1854)

“El resultado de la guerra fue que en España se afianzó una monarquía de raíz francesa: los Borbones, que ahí sigue dos siglos después.”
Javier Ortiz, “El 2 de mayo” (2008)

Introducción histórica a los Sitios de Zaragoza. Versión oficial

Los afrancesados, según la Gran Enciclopedia Aragonesa

¿Era unánime en la población el sentimiento antifrancés?

¿Si hubieran triunfado los franceses hoy seríamos afrancesados?

Especial sobre los Sitios en Heraldo de Aragón

Artículo de Javier Ortiz sobre el 2 de mayo

Comentario en “La borraza blanca” respecto al levantamiento



7. Faustino Casamayor

Faustino Casamayor (Zaragoza, 1760-1834) fue un cronista extraoficial de la ciudad. Gestó una gigantesca obra manuscrita, en 49 volúmenes, que abarca 51 años de la Historia de Zaragoza, desde 1782 a 1833. Estos volúmenes están depositados en la Biblioteca de la Universidad, y fueron digitalizados horrorosamente (no se ve nada) para ponerlos a “disposición” del público en Internet.

En el año 2005, la Editorial Comuniter publicó el estudio de Concepción Sánchez Rojo “Faustino Casamayor: un observador de Zaragoza entre dos siglos. 1760-1834”. Pero estaba pendiente la edición de la obra original, cuyo título completo es “Años políticos e históricos de las cosas particulares ocurridas en la Imperial y Augusta Ciudad de Zaragoza”. La misma Editorial Comuniter nos invita a la presentación de los tres primeros volúmenes (los correspondientes a los Sitios y la Guerra de la Independencia):

El director de la Editorial Comuniter y el director de la Institución «Fernando el Católico» se complacen en invitarle a la presentación de los tres primeros volúmenes de “Zaragoza” de Faustino Casamayor, correspondientes a los años 1808-1809, 1810-1811 y 1812-1813, con estudios introductorios de Pedro Rújula, Herminio Lafoz y Carlos Franco de Espés, respectivamente. Intervendrán en el acto Carlos Forcadell, director de la Institución «Fernando el Católico», Manuel Baile, director de la Editorial Comuniter y Pedro Rújula, coordinador de la obra. La presentación tendrá lugar en la librería FNAC (Coso, 25), el próximo martes, 3 de junio de 2008, a las 20:30 h. La entrada es libre.


Enhorabuena a esta editorial por la iniciativa, que nos ayudará a todos a entender mejor los Sitios y los Contrasitios.


8. Otra visión de los Sitios. La presencia francesa en Zaragoza

Artículo en El Periódico de Aragón, por Antonio Tausiet y José María Ballestín Miguel (14-2-2021).
Acceder a la imagen en alta resolución, aquí: 

Memoria visual de Zaragoza/10
Otra visión de los Sitios
La presencia francesa en Zaragoza

La Guerra de la Independencia fue un conflicto armado entre Francia y España que se prolongó desde 1808 hasta 1814. Se suponía que el paso de las tropas napoleónicas por España se producía para invadir Portugal (aliado de Inglaterra), pero a medida que los franceses llegaban a las distintas localidades, las iban tomando.

Las clases pudientes españolas animaron al pueblo a luchar contra los franceses, con la excusa de la independencia, pero movidos por el miedo a perder sus privilegios si las ideas de la Revolución francesa se imponían. Los ilustrados afrancesados apoyaban la invasión, alentados por la idea de que el nuevo poder modernizaría España. Eran personas cultas y en ese momento constituían la clase intelectual del país. Al terminar la guerra, Fernando VII llegó al poder y reinstauró el absolutismo. Volvieron los jesuitas, se reavivó la Inquisición y se persiguió a los afrancesados.

Zaragoza fue una más de las ciudades donde entraron las tropas de Napoleón. La resistencia a los franceses en esta urbe duró más tiempo del esperado, y este hecho provocó la destrucción de algunos edificios, la muerte de miles de personas y, sobre todo, la utilización posterior de los Sitios de Zaragoza como motivo nacionalista y folclórico.

Más allá de las notas de la época en las que se nos habla de militares zaragozanos fieles a los franceses, capturados y fusilados, y algunos aristócratas proclives a la invasión, que rápidamente huyeron con su fortuna, no hay referencias sobre los habitantes de la ciudad que defendían el pensamiento ilustrado. Pero probablemente, unos pocos aragoneses favorables a las ideas revolucionarias seguían manteniendo reuniones secretas en algún lugar de Zaragoza. Durante los Sitios se extendió entre los zaragozanos la obsesión por el espionaje extranjero. Se levantaron horcas en los acostumbrados lugares públicos y no pocos cuerpos de “espías franceses” fueron exhibidos públicamente colgados de ellas.

Doscientos años después, más de sesenta calles y plazas de Zaragoza homenajean al bando antifrancés. Benito Pérez Galdós escribió en sus Episodios Nacionales la mentira que luego se reprodujo en los billetes de mil pesetas: “Entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde”. Zaragoza sí se rindió, y perdió la guerra, aunque lamentablemente por poco tiempo. Sólo cinco años más tarde, volvió la monarquía absolutista y el antiguo régimen, cuyos coletazos aún resuenan entre los conventos, las iglesias, los colegios y los cuarteles de la ciudad. Mientras, Francia y el resto de Europa avanzaban hacia su modernización. Dos siglos de estancamiento moral, político y social, con las únicas excepciones de los períodos liberales y republicanos, rápidamente fulminados.

Francisco de Goya, nacido en un pueblo cercano a Zaragoza y que vivía en Madrid, donde alternaba con intelectuales como Moratín o Jovellanos, reflejó en sus grabados y pinturas los horrores de la guerra. Al mismo tiempo, retrataba a los reyes y su corte. José I, el hermano de Napoleón, otorgó a Goya la Orden Real de España, galardón que premiaba las adhesiones a su corona. Cayó en desgracia tras la restauración de Fernando VII, hasta que en 1824 se exilió en Burdeos, siguiendo la estela de tantos otros que veían amargamente cómo su país avanzaba hacia el abismo. Uno de los grabados sobre “Los desastres de la guerra” se tituló “Con razón o sin ella”. Se trata de un fusilamiento por parte de soldados franceses. El título refleja la contradicción en la que se tuvo que mover el pintor: defensor de la diosa razón, como sus amigos afrancesados, fue testigo de una contienda cruel con sus consabidas atrocidades.

El pueblo acabó gritando “Vivan las cadenas”, arrastrado por la ola de ceguera que le llevaba a solicitar un monarca absolutista. La constitución liberal de 1812 sólo estuvo vigente dos años, además de otros breves momentos posteriores (1820, 1836), aunque su impronta se dejó notar en las constituciones de 1837, 1856, 1869 y 1931.

El capitán general del ejército de Aragón Jorge Juan Guillelmi y Andrada (Sevilla, 1734) tenía 74 años el 2 de mayo de 1808, cuando los franceses se enfrentaron a los madrileños. En un bando del 5 de mayo pidió prudencia y concordia a los zaragozanos. 19 días después, tras sacarlo a la fuerza de la Capitanía General y Audiencia Territorial del Coso, fue encarcelado en la Aljafería, donde murió el 12 de marzo de 1809, siendo enterrado en la iglesia de San Martín de dicho castillo sin ningún tipo de ceremonia. Otra versión de los hechos dice que los franceses lo liberaron los primeros días de abril de 1809, muriendo poco después.

Desde la rendición de 1809, Francia gobernará la ciudad bajo el mando del mariscal Louis Gabriel Suchet hasta el 9 de julio de 1813: más de cuatro años. La cuñada de José Bonaparte, Honorine de Saint-Joseph, esposa de Suchet, se hizo célebre entre la población. Juntos visitaron el monasterio de Santa Fe. Según la Guía de Zaragoza de 1860, “Durante la permanencia de los franceses en Zaragoza, se mejoró la ciudad y sus afueras, proyectándose vastas obras de pública utilidad. Propagandistas y creadores dejaron en Zaragoza huellas de su paso; y, como en todas partes, semillas de otras ideas que en su día habían de germinar”.

El paseo de la Independencia fue proyectado por los franceses como calle Imperial, con sus arcos copiados de la calle Rivoli parisina; también el paseo de las Damas imitó a las avenidas de París. Se plantaron 10.000 árboles. El barrio de la Magdalena fue saneado. Zaragoza tuvo por fin una administración moderna y eficaz: se creó el primer documento nacional de identidad de la historia de España y el primer cuerpo de bomberos municipales. También es de esta época la prohibición sanitaria de enterrar a los muertos en las parroquias del centro. Y la nueva y profusa iluminación con faroles de aceite por la ciudad, durante toda la noche. La cultura se revitalizó; se potenció la Universidad. Una minoría de cronistas de la ciudad siguen considerando dos siglos después que, con razón o sin ella, mejor nos hubiera ido.

Antonio Tausiet y José María Ballestín Miguel

Gran Archivo Zaragoza Antigua (GAZA)

 

IMÁGENES

Rendición de Zaragoza en 1809. Carlos Múgica
Libro Guerra de la Independencia 1847

Retrato de Suchet en 1810. Esperanza Altuzarra
Real Academia de San Luis


Puerta del Ángel, junto al puente de piedra, en 1813. Edward Hawke Locker
Libro Views in Spain, 1823

 

Voladura del puente de Piedra en la retirada francesa de 1813. Anónimo
Gran Archivo Zaragoza Antigua

 

Fernando VII pasa por el Coso Bajo en 1814. Miguel Parra
Palacio Real de Madrid

 

Puerta del Carmen en 1815. Ángel Díaz
Ayuntamiento de Zaragoza


9. Cuando Zaragoza fue francesa

Artículo de M. Ordovás en Heraldo de Aragón, además de otro titulado El único día en que Zaragoza se rindió, de Mariano García, como complemento. Ambos, de 2024.

Cuando Zaragoza fue francesa: "El santo de Napoléon se celebraba con corridas de toros y fuegos artificiales pero la gente tenía miedo"

El 20 de febrero de 1809 la capital aragonesa capitula ante los franceses y se pone fin a los Sitios de Zaragoza. Comienzan así cuatro años de ocupación en los que la ciudad estuvo bajo la órbita de Napoleón.

M. ORDOVÁS

NOTICIA ACTUALIZADA 27/2/2024 A LAS 09:21


Tras la capitulación de Zaragoza en los Sitios, en 1809, la ciudad pasa a la órbita napoleónica durante casi 5 años. Asociación Cultural Los Sitios


‘La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa’… Y sin embargo, lo fue. Esta popular y conocida jota expresaba el sentir de los zaragozanos durante los Sitios de la ciudad, entre 1808 y 1809, cuando España entera luchaba contra Napoleón en la Guerra de la Independencia. Pero, a pesar del sentir popular de la época, Zaragoza sucumbió y pasó a formar parte de la órbita del imperio napoleónico durante casi 5 años, de 1809 a 1813.

Y es, precisamente, durante estos días de febrero y comienzos de marzo de hace exactamente 215 años cuando Zaragoza se convierte en una ciudad francesa. Se trata de una de las etapas menos conocidas de nuestra historia más local y comienza tras la capitulación, el 20 de febrero de 1809. Es entonces cuando las tropas de los vencedores entran en la capital aragonesa por primera vez como dueños y señores de la villa. Sin embargo, su primera impresión no fue para nada agradable. “Lo que se encuentran al entrar es la devastación total y una destrucción terrorífica”, dice Gonzalo Aguado, presidente de la Asociación Cultural Los Sitios. 

Los muertos, a miles por las calles

“Era un auténtico caos después de meses de asedio. Las calles estaban llenas de escombros, los edificios destruidos y los muertos se amontonaban a miles en las puertas de las iglesias”, enumera Aguado. Además de la guerra, el tifus estaba haciendo estragos entre la población y seguía muriendo gente a diario por la enfermedad a razón de más de 300 al día. De hecho, en los primeros 25 días en la Zaragoza en manos de los franceses murieron 8.000 personas más por esta causa.

 

Imagen creada por IA de Zaragoza al final de los Sitios. Asociación Cultural Los Sitios


Por este motivo, las primeras disposiciones de las nuevas autoridades fueron de saneamiento. “Era una situación dantesca. Se organizaron cuerpos de policía para sacar todos los cuerpos que estaban por las calles y los enterraron en fosas comunes a las afueras de la ciudad, la más importante fue la de Macanaz”, donde se depositaron más de 10.000 cadáveres, explica.

Al mismo tiempo comenzó un proceso de limpieza de las calles que se prolongó hasta el 5 de marzo. Fue entonces cuando el Mariscal Lannes entró por primera vez en el corazón de Zaragoza en una entrada triunfal hasta la plaza del Pilar donde el obispo auxiliar lo recibió con toda la pompa y ceremonia. No había lugar para la protesta o los abucheos populares. La población estaba diezmada y enferma, los soldados supervivientes habían sido encarcelados o ajusticiados y se castigaba con especial dureza cualquier amago de rebelión. “En esos primeros días encontraron a un francés muerto en una calle y, como no sabían quién era el culpable, sacaron a todos los hombres de las casas de enfrente y los fusilaron. Fueron los días más tristes de la historia de la ciudad”, afirma Aguado.

Los franceses, de fiesta en fiesta

A partir de ahí, la ciudad comienza a recomponerse. Llega desde Francia el general Suchet que asume el gobierno de la ciudad con el objetivo de “normalizar” la vida de sus habitantes, según explica Pedro Rújula, profesor de la Universidad de Zaragoza en su artículo ‘La Zaragoza francesa’, del libro ‘Los Sitios de Zaragoza’, publicado por Heraldo de Aragón. “Ordenó que todos los funcionarios juraran fidelidad a José I -Bonaparte-, volvieran a sus puestos y se abrieron las escuelas”, escribe.

Fue un periodo de dominación silenciosa y la época con más fiestas que ha vivido la ciudad”, añade Aguado. “Se organizaban corridas de toros y fuegos artificiales con cualquier pretexto: el santo de Napoléon, su boda, el nacimiento de su primer hijo y cada victoria de las tropas napoleónicas se celebraba como propia. Las fachadas de los edificios se iluminaban con velas -luminarias- y la noche zaragozana se convertía en un espectáculo”, describe el presidente de la Asociación Cultural Los Sitios. 

Con tanta fiesta, Suchet buscaba la participación de todos los ciudadanos y se señalaba a quien no lo hacía como contrario al nuevo gobierno. “Si no ibas a los toros corrías el riesgo de ser detenido, encarcelado o cosas peores, por lo que la gente iba aunque no tenían ganas de fiesta”, afirma Aguado. Suchet se cuidó bien de respetar la religión y los lugares de culto zaragozanos y acudía a misa cada domingo al Pilar con su esposa, más por dejarse ver entre la población, que por fervor religioso. “Buscaba la aprobación de los zaragozanos y e intentaba llegar hasta ellos por este medio, pero la gente estaba atemorizada", indica.

"En una ocasión aparecieron unas pintadas, a modo de graffiti, en la fachada de la Seo que decía ‘mierda para los franceses’ y como no sabía quien lo había hecho, detuvo al Cabildo al completo. Tuvieron que interceder las autoridades y pagar la consiguiente multa para dejarlos en libertad", continua Aguado.

Suchet también intentó recuperar la economía local. “Contrató diferentes servicios y dio dinero a sus soldados para que lo gastasen, pero también subió mucho los impuestos que fueron fuente de conflictos”, continúa. Los labradores volvieron a las huertas y se reconstruyeron y mejoraron algunas zonas.

Herencia francesa en Zaragoza

A pesar de esta breve experiencia con lo francés, aún conservamos algún elemento de esa época en la ciudad. “Se creó el germen de lo que se convertiría en el futuro en el Paseo de la Independencia con un bulevar de estilo francés, también el Paseo de las Damas, que se llama así porque era el lugar por donde salían a pasear las damas francesas”, apunta el presidente de la Asociación Cultural Los Sitios. 

También el nombre de Venecia para referirse a la zona alta de Torrero, junto al canal, es de esta época. “Se puso de moda entre los franceses pasear en góndola por el canal, se hacían obras de teatro y había cantantes de ópera amenizando el recorrido”, concluye Aguado.

Sin embargo, la Zaragoza francesa fue breve. La situación en el resto de España es cada vez más insostenible y las tropas francesas comienzan un repliegue general. En 1814 entran en la ciudad los ejércitos de los generales de Espoz y Mina y Duran que vienen de Cariñena y Soria, respectivamente, y liberan Zaragoza. Los franceses abandonan la villa por el Arrabal, no sin antes volar una de las arcadas del Puente de Piedra tras ellos para evitar que los persigan, y se retiran a Cataluña para partir, definitivamente, hacia Francia.

Fuente: Heraldo.es



VERANO/EL PATRIMONIO ARAGONÉS EMIGRADO

El único día en que Zaragoza se rindió

El acta de capitulación de la ciudad firmada a las siete de la tarde del 20 de febrero de 1809 se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia. En la capital aragonesa debió quedar una copia pero su paradero se desconoce.

CONTENIDO EXCLUSIVO

MARIANO GARCÍA

NOTICIA

ACTUALIZADA 8/8/2022 A LAS 05:00

Acta de capitulación de Zaragoza, firmada, entre otros, por Ric y Sanclemente. Archives Nationales de Francia


A las siete de la tarde del 20 de febrero de 1809, Pedro María Ric, presidente de la Junta Suprema de Aragón y marido de la condesa de Bureta, a quien había conocido batallando contra los franceses en el primer sitio de Zaragoza, estampó su firma en el acta de capitulación. La ciudad se rendía al ejército francés después de luchar por su libertad hasta más allá de lo razonable. Junto a Ric, firmaron el documento personajes históricos, hoy con busto en Zaragoza, como Felipe de Sanclemente.

El 21 de febrero, a mediodía, los zaragozanos que aún tenían armas las depusieron en la puerta del Portillo ante las tropas francesas. «La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar que nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca deberíamos haber tenido tantos apuros para vencer a esa chusma», escribió un soldado polaco que participó en los combates.

Cuatro años y cinco meses después, tras volar el Puente de Piedra para evitar que los persiguieran, los franceses abandonaban la ciudad. Se ha escrito mucho sobre los sitios de Zaragoza (menos sobre los años de ocupación) y todavía no se ha puesto suficientemente de relieve el hecho de que si no hubiera sido por los sitios y la pobreza que vino después, unidos al afán demoledor de los años 60 y 70 del siglo pasado, la capital aragonesa podría ser hoy tan bella y majestuosa como Florencia.

En la francesada se perdieron joyas como el monasterio jerónimo de Santa Engracia, el palacio de la Diputación del Reino, buena parte de la antigua Universidad de Zaragoza, el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, la Cruz del Coso, los conventos de San Francisco y Predicadores...

Muchos otros edificios sufrieron daños de consideración, y a todo ello hay que añadir la pérdida de patrimonio mueble, ya sea por la contienda o por la rapiña. Basten dos ejemplos: de los pasos antiguos de la procesión de Semana Santa se perdieron prácticamente todos salvo el famoso Cristo de la Cama. Y en cuanto a la rapiña, tras la Guerra de la Independencia el Pilar hizo inventario de las joyas desaparecidas durante la ocupación francesa y las cifró en 16. Naturalmente, las más ricas. Alguna de ellas, como la que había regalado María Bárbara de Portugal, tenía 1.900 piedras preciosas.

Del acta de capitulación solo se conoce la copia francesa, hoy custodiada en los Archives Nationales. Pero existió una copia española cuyo paradero se ignora. Hay una curiosidad sobre las actas. En la copia francesa está tachada la palabra ‘capitulación’, y es que los franceses no querían ni oír hablar de ella. Para el mariscal Lannes lo que se firmó era una rendición pura y dura, y así lo hizo constar en sus comunicaciones con París. Pedro María Ric contó que en plena negociación del documento final, Lannes arrojó a las llamas la copia zaragozana, que fue rescatada por un general francés.

De todo esto han escrito numerosos autores, desde Luis Sorando a Santiago Gonzalo, pasando por Jesús Ángel González-Isla o Javier Rubio en su reciente ‘Zaragoza no se rinde’, entre otros. Pero la copia zaragozana continúa sin aparecer. Una placa en el lateral del molino de Casablanca recuerda que se firmó allí.

Fuente: Heraldo.es



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