Contrasitios
“Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza, en la VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles. Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de Napoleón los remataron a bayonetazos.”
Luis Buñuel, “Palacio de hielo” (1927)
“Zaragoza, ciudad afortunada en aquel tiempo por el sabio jefe que tenía a su cabeza, el teniente general don Jorge Juan Guillelmi, y por la multitud de gente docta que ilustraba a aquella capital y a toda la provincia.”
Manuel Godoy, “Memorias” (1836)
“En Cádiz estaban las ideas sin acción; en el resto de España, la acción sin ideas.”
Karl Marx, “La España Revolucionaria” (1854)
“El resultado de la guerra fue que en España se afianzó una monarquía de raíz francesa: los Borbones, que ahí sigue dos siglos después.”
Javier Ortiz, “El 2 de mayo” (2008)
Introducción histórica a los Sitios de Zaragoza. Versión oficial
Los afrancesados, según la Gran Enciclopedia Aragonesa
¿Era unánime en la población el sentimiento antifrancés?
¿Si hubieran triunfado los franceses hoy seríamos afrancesados?
Especial sobre los Sitios en Heraldo de Aragón
Artículo de Javier Ortiz sobre el 2 de mayo
Comentario en “La borraza blanca” respecto al levantamiento
7. Faustino Casamayor
En el año 2005, la Editorial Comuniter publicó el estudio de Concepción Sánchez Rojo “Faustino Casamayor: un observador de Zaragoza entre dos siglos. 1760-1834”. Pero estaba pendiente la edición de la obra original, cuyo título completo es “Años políticos e históricos de las cosas particulares ocurridas en la Imperial y Augusta Ciudad de Zaragoza”. La misma Editorial Comuniter nos invita a la presentación de los tres primeros volúmenes (los correspondientes a los Sitios y la Guerra de la Independencia):
El director de la Editorial Comuniter y el director de la Institución «Fernando el Católico» se complacen en invitarle a la presentación de los tres primeros volúmenes de “Zaragoza” de Faustino Casamayor, correspondientes a los años 1808-1809, 1810-1811 y 1812-1813, con estudios introductorios de Pedro Rújula, Herminio Lafoz y Carlos Franco de Espés, respectivamente. Intervendrán en el acto Carlos Forcadell, director de la Institución «Fernando el Católico», Manuel Baile, director de la Editorial Comuniter y Pedro Rújula, coordinador de la obra. La presentación tendrá lugar en la librería FNAC (Coso, 25), el próximo martes, 3 de junio de 2008, a las 20:30 h. La entrada es libre.
Enhorabuena a esta editorial por la iniciativa, que nos ayudará a todos a entender mejor los Sitios y los Contrasitios.
Artículo en El Periódico de Aragón, por Antonio Tausiet y José María Ballestín Miguel (14-2-2021).
Memoria
visual de Zaragoza/10
Otra visión de los Sitios
La presencia francesa en Zaragoza
La Guerra de la Independencia fue un
conflicto armado entre Francia y España que se prolongó desde 1808 hasta 1814.
Se suponía que el paso de las tropas napoleónicas por España se producía para
invadir Portugal (aliado de Inglaterra), pero a medida que los franceses
llegaban a las distintas localidades, las iban tomando.
Las clases pudientes españolas animaron al
pueblo a luchar contra los franceses, con la excusa de la independencia, pero
movidos por el miedo a perder sus privilegios si las ideas de la Revolución
francesa se imponían. Los ilustrados afrancesados apoyaban la invasión, alentados
por la idea de que el nuevo poder modernizaría España. Eran personas cultas y
en ese momento constituían la clase intelectual del país. Al terminar la
guerra, Fernando VII llegó al poder y reinstauró el absolutismo. Volvieron los
jesuitas, se reavivó la Inquisición y se persiguió a los afrancesados.
Zaragoza fue una más de las ciudades donde
entraron las tropas de Napoleón. La resistencia a los franceses en esta urbe
duró más tiempo del esperado, y este hecho provocó la destrucción de algunos
edificios, la muerte de miles de personas y, sobre todo, la utilización
posterior de los Sitios de Zaragoza como motivo nacionalista y folclórico.
Más allá de las notas de la época en las que
se nos habla de militares zaragozanos fieles a los franceses, capturados y
fusilados, y algunos aristócratas proclives a la invasión, que rápidamente
huyeron con su fortuna, no hay referencias sobre los habitantes de la ciudad
que defendían el pensamiento ilustrado. Pero probablemente, unos pocos
aragoneses favorables a las ideas revolucionarias seguían manteniendo reuniones
secretas en algún lugar de Zaragoza. Durante los Sitios se extendió entre los
zaragozanos la obsesión por el espionaje extranjero. Se levantaron horcas en
los acostumbrados lugares públicos y no pocos cuerpos de “espías franceses”
fueron exhibidos públicamente colgados de ellas.
Doscientos años después, más de sesenta
calles y plazas de Zaragoza homenajean al bando antifrancés. Benito Pérez
Galdós escribió en sus Episodios Nacionales la mentira que luego se reprodujo
en los billetes de mil pesetas: “Entre los muertos habrá siempre una lengua
viva para decir que Zaragoza no se rinde”. Zaragoza sí se rindió, y perdió la
guerra, aunque lamentablemente por poco tiempo. Sólo cinco años más tarde,
volvió la monarquía absolutista y el antiguo régimen, cuyos coletazos aún
resuenan entre los conventos, las iglesias, los colegios y los cuarteles de la
ciudad. Mientras, Francia y el resto de Europa avanzaban hacia su
modernización. Dos siglos de estancamiento moral, político y social, con las
únicas excepciones de los períodos liberales y republicanos, rápidamente
fulminados.
Francisco de Goya, nacido en un pueblo
cercano a Zaragoza y que vivía en Madrid, donde alternaba con intelectuales
como Moratín o Jovellanos, reflejó en sus grabados y pinturas los horrores de
la guerra. Al mismo tiempo, retrataba a los reyes y su corte. José I, el
hermano de Napoleón, otorgó a Goya la Orden Real de España, galardón que
premiaba las adhesiones a su corona. Cayó en desgracia tras la restauración de
Fernando VII, hasta que en 1824 se exilió en Burdeos, siguiendo la estela de
tantos otros que veían amargamente cómo su país avanzaba hacia el abismo. Uno
de los grabados sobre “Los desastres de la guerra” se tituló “Con razón o sin
ella”. Se trata de un fusilamiento por parte de soldados franceses. El título
refleja la contradicción en la que se tuvo que mover el pintor: defensor de la
diosa razón, como sus amigos afrancesados, fue testigo de una contienda cruel
con sus consabidas atrocidades.
El pueblo acabó gritando “Vivan las
cadenas”, arrastrado por la ola de ceguera que le llevaba a solicitar un
monarca absolutista. La constitución liberal de 1812 sólo estuvo vigente dos
años, además de otros breves momentos posteriores (1820, 1836), aunque su
impronta se dejó notar en las constituciones de 1837, 1856, 1869 y 1931.
El capitán general del ejército de Aragón
Jorge Juan Guillelmi y Andrada (Sevilla, 1734) tenía 74 años el 2 de mayo de
1808, cuando los franceses se enfrentaron a los madrileños. En un bando del 5
de mayo pidió prudencia y concordia a los zaragozanos. 19 días después, tras
sacarlo a la fuerza de la Capitanía General y Audiencia Territorial del Coso,
fue encarcelado en la Aljafería, donde murió el 12 de marzo de 1809, siendo enterrado
en la iglesia de San Martín de dicho castillo sin ningún tipo de ceremonia.
Otra versión de los hechos dice que los franceses lo liberaron los primeros
días de abril de 1809, muriendo poco después.
Desde la rendición de 1809, Francia
gobernará la ciudad bajo el mando del mariscal Louis Gabriel Suchet hasta el 9
de julio de 1813: más de cuatro años. La cuñada de José Bonaparte, Honorine de
Saint-Joseph, esposa de Suchet, se hizo célebre entre la población. Juntos
visitaron el monasterio de Santa Fe. Según la Guía de Zaragoza de 1860,
“Durante la permanencia de los franceses en Zaragoza, se mejoró la ciudad y sus
afueras, proyectándose vastas obras de pública utilidad. Propagandistas y
creadores dejaron en Zaragoza huellas de su paso; y, como en todas partes,
semillas de otras ideas que en su día habían de germinar”.
El paseo de la Independencia fue proyectado
por los franceses como calle Imperial, con sus arcos copiados de la calle
Rivoli parisina; también el paseo de las Damas imitó a las avenidas de París.
Se plantaron 10.000 árboles. El barrio de la Magdalena fue saneado. Zaragoza
tuvo por fin una administración moderna y eficaz: se creó el primer documento
nacional de identidad de la historia de España y el primer cuerpo de bomberos
municipales. También es de esta época la prohibición sanitaria de enterrar a
los muertos en las parroquias del centro. Y la nueva y profusa iluminación con
faroles de aceite por la ciudad, durante toda la noche. La cultura se
revitalizó; se potenció la Universidad. Una minoría de cronistas de la ciudad
siguen considerando dos siglos después que, con razón o sin ella, mejor nos
hubiera ido.
Antonio Tausiet y José María Ballestín
Miguel
Gran
Archivo Zaragoza Antigua (GAZA)
IMÁGENES
Rendición de Zaragoza en 1809. Carlos Múgica
Libro Guerra de la Independencia 1847
Retrato de Suchet en 1810. Esperanza
Altuzarra
Real Academia de San Luis
Libro Views in Spain, 1823
Cuando Zaragoza fue francesa:
"El santo de Napoléon se celebraba con corridas de toros y fuegos
artificiales pero la gente tenía miedo"
El 20 de febrero de
1809 la capital aragonesa capitula ante los franceses y se pone fin a los
Sitios de Zaragoza. Comienzan así cuatro años de ocupación en los que la ciudad
estuvo bajo la órbita de Napoleón.
M. ORDOVÁS
NOTICIA ACTUALIZADA 27/2/2024 A LAS 09:21
Tras la capitulación de Zaragoza en los Sitios, en 1809, la ciudad pasa a la órbita napoleónica durante casi 5 años. Asociación Cultural Los Sitios
‘La Virgen del Pilar
dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa’…
Y sin embargo, lo fue. Esta popular y conocida jota expresaba el sentir de los
zaragozanos durante los Sitios de la ciudad,
entre 1808 y 1809, cuando España entera luchaba contra Napoleón en la Guerra de
la Independencia. Pero, a
pesar del sentir popular de la época, Zaragoza sucumbió y pasó a formar parte
de la órbita del imperio napoleónico durante
casi 5 años, de 1809 a 1813.
Y es, precisamente,
durante estos días de febrero y comienzos de marzo de hace exactamente 215 años cuando Zaragoza se
convierte en una ciudad francesa. Se
trata de una de las etapas menos conocidas de nuestra historia más local y
comienza tras la capitulación, el 20 de febrero de 1809. Es entonces cuando las
tropas de los vencedores entran en la capital aragonesa por primera vez como
dueños y señores de la villa. Sin embargo, su primera impresión no fue para
nada agradable. “Lo que se encuentran al entrar es la devastación total y una
destrucción terrorífica”, dice Gonzalo
Aguado, presidente de la Asociación Cultural Los
Sitios.
Los muertos, a miles por las calles
“Era un auténtico caos
después de meses de asedio. Las
calles estaban llenas de escombros, los edificios destruidos y los muertos se
amontonaban a miles en las puertas de las iglesias”, enumera Aguado. Además de la guerra, el tifus
estaba haciendo estragos entre la población y seguía muriendo gente a diario
por la enfermedad a razón de más de 300 al día. De hecho, en los primeros 25
días en la Zaragoza en manos de los franceses murieron 8.000 personas más por
esta causa.
Imagen creada por IA de Zaragoza al final
de los Sitios. Asociación Cultural Los Sitios
Por este motivo, las
primeras disposiciones de las nuevas autoridades fueron de saneamiento. “Era
una situación dantesca. Se organizaron cuerpos de policía para sacar todos los cuerpos que estaban por las calles y
los enterraron en fosas comunes a las afueras de la ciudad, la más importante fue la de Macanaz”, donde se
depositaron más de 10.000 cadáveres, explica.
Al mismo tiempo comenzó
un proceso de limpieza de las calles que se prolongó hasta el 5 de marzo. Fue
entonces cuando el Mariscal Lannes entró por primera vez en el corazón de Zaragoza
en una entrada triunfal hasta la plaza del Pilar donde el obispo auxiliar lo
recibió con toda la pompa y ceremonia. No había lugar para la protesta o los
abucheos populares. La población estaba
diezmada y enferma, los soldados supervivientes habían sido encarcelados o ajusticiados y se castigaba con especial
dureza cualquier amago de rebelión. “En esos primeros días encontraron a un
francés muerto en una calle y, como no sabían quién era el culpable, sacaron a
todos los hombres de las casas de enfrente y los fusilaron. Fueron los días más
tristes de la historia de la ciudad”, afirma Aguado.
Los franceses, de fiesta en fiesta
A partir de ahí, la
ciudad comienza a recomponerse. Llega desde Francia el general Suchet que asume el gobierno de la
ciudad con el objetivo de “normalizar” la vida de
sus habitantes, según explica Pedro
Rújula, profesor de la Universidad de Zaragoza
en su artículo ‘La Zaragoza francesa’, del libro ‘Los Sitios de Zaragoza’,
publicado por Heraldo de Aragón. “Ordenó que todos los funcionarios juraran
fidelidad a José I -Bonaparte-, volvieran a sus puestos y se abrieron las
escuelas”, escribe.
“Fue un periodo de dominación silenciosa y la época con
más fiestas que ha vivido la ciudad”, añade
Aguado. “Se organizaban corridas de toros y fuegos artificiales con cualquier
pretexto: el santo de Napoléon, su boda, el nacimiento de su primer hijo y cada
victoria de las tropas napoleónicas se celebraba como propia. Las fachadas de
los edificios se iluminaban con velas -luminarias- y la noche zaragozana se
convertía en un espectáculo”, describe el presidente de la Asociación Cultural
Los Sitios.
Con tanta fiesta, Suchet
buscaba la participación de todos los ciudadanos y se señalaba a quien no lo
hacía como contrario al nuevo gobierno. “Si
no ibas a los toros corrías el riesgo de ser detenido, encarcelado o cosas peores, por lo que la gente iba aunque
no tenían ganas de fiesta”, afirma Aguado. Suchet se cuidó bien de respetar la
religión y los lugares de culto zaragozanos y acudía a misa cada domingo al
Pilar con su esposa, más por dejarse ver entre la población, que por fervor
religioso. “Buscaba la aprobación de los zaragozanos y e intentaba llegar hasta
ellos por este medio, pero la gente estaba atemorizada", indica.
"En una ocasión
aparecieron unas pintadas, a modo de graffiti, en la
fachada de la Seo que decía ‘mierda para los franceses’ y como no sabía quien lo había hecho, detuvo al
Cabildo al completo. Tuvieron que interceder las autoridades y pagar la
consiguiente multa para dejarlos en libertad", continua Aguado.
Suchet también intentó
recuperar la economía local. “Contrató
diferentes servicios y dio dinero a sus soldados para que lo gastasen, pero también subió mucho los impuestos que fueron
fuente de conflictos”, continúa. Los labradores volvieron a las huertas y se
reconstruyeron y mejoraron algunas zonas.
Herencia francesa en Zaragoza
A pesar de esta breve
experiencia con lo francés, aún conservamos algún elemento de esa época en la
ciudad. “Se creó el germen de lo que se convertiría
en el futuro en el Paseo de la Independencia con un bulevar de estilo francés, también el Paseo de
las Damas, que se llama así porque era el lugar por donde salían a pasear las
damas francesas”, apunta el presidente de la Asociación Cultural Los
Sitios.
También el nombre de
Venecia para referirse a la zona alta de Torrero, junto al canal, es de esta
época. “Se puso de moda entre los franceses pasear
en góndola por el canal, se hacían obras de teatro y había cantantes de ópera
amenizando el recorrido”, concluye Aguado.
Sin embargo, la Zaragoza
francesa fue breve. La situación en el resto de España es cada vez más
insostenible y las tropas francesas comienzan un repliegue general. En 1814
entran en la ciudad los ejércitos de los generales de Espoz y Mina y Duran que vienen de Cariñena y
Soria, respectivamente, y liberan Zaragoza. Los
franceses abandonan la villa por el Arrabal, no sin antes volar una de las
arcadas del Puente de Piedra tras ellos para evitar que los persigan, y se
retiran a Cataluña para partir, definitivamente, hacia Francia.
Fuente: Heraldo.es
VERANO/EL PATRIMONIO ARAGONÉS EMIGRADO
El único día en que Zaragoza se rindió
El acta de capitulación de
la ciudad firmada a las siete de la tarde del 20 de febrero de 1809 se conserva
en la Biblioteca Nacional de Francia. En la capital aragonesa debió quedar una
copia pero su paradero se desconoce.
CONTENIDO
EXCLUSIVO
MARIANO GARCÍA
NOTICIA
ACTUALIZADA 8/8/2022 A LAS 05:00
Acta de
capitulación de Zaragoza, firmada, entre otros, por Ric y Sanclemente. Archives Nationales de Francia
A las siete de la tarde del 20
de febrero de 1809, Pedro María Ric, presidente
de la Junta Suprema de Aragón y marido de la
condesa de Bureta, a quien había conocido batallando contra los franceses en el
primer sitio de Zaragoza, estampó su firma en el acta de capitulación. La
ciudad se rendía al ejército francés después de luchar por su libertad hasta
más allá de lo razonable. Junto a Ric, firmaron el documento personajes
históricos, hoy con busto en Zaragoza, como Felipe de
Sanclemente.
El 21 de febrero, a mediodía,
los zaragozanos que aún tenían armas las depusieron en la puerta del Portillo
ante las tropas francesas. «La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar que
nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca deberíamos haber
tenido tantos apuros para vencer a esa chusma», escribió un soldado polaco que
participó en los combates.
Cuatro años y cinco meses
después, tras volar el Puente de Piedra para
evitar que los persiguieran, los franceses abandonaban la ciudad. Se ha escrito
mucho sobre los sitios de Zaragoza (menos sobre los años de ocupación) y
todavía no se ha puesto suficientemente de relieve el hecho de que si no
hubiera sido por los sitios y la pobreza que vino después, unidos al afán
demoledor de los años 60 y 70 del siglo pasado, la capital aragonesa podría ser
hoy tan bella y majestuosa como Florencia.
En la francesada se perdieron
joyas como el monasterio jerónimo de Santa Engracia, el
palacio de la Diputación del Reino, buena parte de la antigua Universidad de
Zaragoza, el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, la Cruz del Coso, los
conventos de San Francisco y Predicadores...
Muchos otros edificios
sufrieron daños de consideración, y a todo ello hay que añadir la pérdida de
patrimonio mueble, ya sea por la contienda o por la rapiña. Basten dos ejemplos:
de los pasos antiguos de la procesión de Semana Santa se perdieron
prácticamente todos salvo el famoso Cristo de la Cama. Y en
cuanto a la rapiña, tras la Guerra de la Independencia el Pilar hizo inventario
de las joyas desaparecidas durante la ocupación francesa y las cifró en 16.
Naturalmente, las más ricas. Alguna de ellas, como la que había regalado María
Bárbara de Portugal, tenía 1.900 piedras preciosas.
Del acta de capitulación solo
se conoce la copia francesa, hoy custodiada en los Archives Nationales. Pero existió una copia española cuyo paradero se ignora. Hay
una curiosidad sobre las actas. En la copia francesa está tachada la palabra
‘capitulación’, y es que los franceses no querían ni oír hablar de ella. Para
el mariscal Lannes lo que se firmó era una rendición pura y dura, y así lo hizo
constar en sus comunicaciones con París. Pedro María Ric contó que en plena
negociación del documento final, Lannes arrojó
a las llamas la copia zaragozana, que fue rescatada por un general francés.
De todo esto han escrito
numerosos autores, desde Luis Sorando a Santiago Gonzalo, pasando por Jesús
Ángel González-Isla o Javier Rubio en su reciente ‘Zaragoza no se rinde’, entre
otros. Pero la copia zaragozana continúa sin aparecer. Una placa en el lateral
del molino de Casablanca recuerda que se firmó allí.
Fuente: Heraldo.es
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