Rey moro
Propongo solemnemente a Felipe de Borbón y los cuatro jinetes
chulillos del apocalipsis patrio que pongamos un rey moro para solventar todas
las diferencias entre los ridículos machos alfa que ostentan o pretenden el
poder nominal en España y sus trozos.
Pablo Casado, Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias serán
virreyes en las taifas del califato, con la impagable compañía del bufón nazi
Santiago Abascal, que podrá saltar de taifa en taifa a su libre albedrío.
Felipe de Borbón, ministro de Asuntos Exteriores para que no se aburra.
Se organizan unas elecciones monárquicas para elegir al rey moro
entre cuatro candidatos, que serán decididos en primarias en cada taifa.
Antes hay que dividir el reino en taifas: Norte, Sur, Este y
Oeste. En el Norte, las provincias del Cantábrico, Castilla y León excepto
Soria, Navarra y La Rioja; en el Sur, Andalucía, Murcia, Ceuta, Melilla y
Canarias. En el Este, Soria, Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares. Y en el
Oeste, Extremadura, Madrid y Castilla-La Mancha.
La taifa del Norte tiene sede en Bilbao y la preside Pablo
Casado, que es de Palencia.
La taifa del Sur tiene sede en Sevilla y la preside Albert Rivera,
de madre malagueña.
La taifa del Este tiene sede en Zaragoza y la preside Pablo
Iglesias, que vivió en Soria de niño.
La taifa del Oeste tiene sede en Toledo y la preside Pedro
Sánchez, madrileño.
El palacio real estará en Soria, única provincia que se
desgaja de su comunidad anterior.
Los virreyes de las taifas, el bufón nazi y el rey moro de
España tendrán el mismo poder que los actuales rey, presidente del gobierno y
de las comunidades autónomas: salir en la tele, discutir de política y todo
eso. El poder verdadero seguirá en manos de los dueños del capital, de momento.
Si un niño se cae a un pozo, se podrá informar de ello en
una nota de la página de sucesos de los periódicos, incluidos los digitales. Si,
por ejemplo, se saca el cadáver del niño del pozo, podrá informarse de ello, en
un listado de intrascendencias que den por cerradas las notas intrascendentes anteriores.
Las noticias no se podrán repetir, y las chorradas sólo
tendrán cabida en los semanarios satíricos. Para rellenar los inmensos huecos
que dejarán las repeticiones, las intrascendencias y las chorradas, se podrá
informar a la población sobre temas científicos, sociales o culturales ahora
relegados al ostracismo. La gastronomía, los deportes y los concursos no serán
prohibidos, pero volverán al lugar que ocupaban en la información cuando aún se
sabía que eran temas secundarios o de pasar un rato corto.
El rey moro podrá cantar y bailar, sean cuales sean sus
gustos musicales.
Las ideologías quedan abolidas, asumiendo de una vez por
todas que se pasó del mito al logos hace siglos, que el ordenamiento de la
realidad lo hace el método científico, que los derechos humanos son bastante
aceptables en general, que la democracia es perfectible pero la dictadura es
peor, que el conservadurismo es algo propio de seres no avanzados y que la meta
a alcanzar es la libertad, la igualdad y la fraternidad en una sociedad en
común.
Como los virreyes aún se entretienen hablando de política,
se organizarán tertulias con ellos, el rey moro y el bufón, que serán emitidas
en las televisiones y radios, en los breves espacios dedicados a
intrascendencias en esos medios.
El rey moro abdicará cada cuatro años y será sustituido por
otro rey moro para entretener a la gente simple. Los cuatro machos alfa serán
también sustituidos cuando pasen unos años, dándonos por fin un respiro. Se
pondrán cuatro virreinas, para variar. Felipe de Borbón será sucedido en el
ministerio por la hija ésa que tiene preparada.
Cuando todo vaya bien, se irán haciendo leyes para despojar
de sus privilegios y su capital a los dueños del poder, traspasándolo a una red
horizontal con subsedes en los barrios. Como la organización asamblearia acaba
siempre en manos de unos pocos y la gente se cansa de asistir a las reuniones,
se celebrarán corridas de toros sin toros para que vaya el público, medio
engañado, y proponga cosas populares.
La cerveza sin alcohol no sabe igual que la de verdad, pero
uno acaba acostumbrándose: así con todo. A los católicos, musulmanes, etc. se les
explicará, con paciencia, que creen cosas un poco raras. Habrá una asignatura
en los colegios de actualización al siglo XXI, hasta que le entre en la cabeza
a todo el mundo que ya no somos presocráticos, que la naturaleza no piensa, que
no hay dioses y que es mejor compartir que acaparar. Los que no quieran
entenderlo, allá ellos.
Lo de que haya un rey moro es para contentar por igual a
monárquicos e historiadores. Pero es una cosa sin sexo predefinido, o sea, que
puede ser igual reina mora, según la gente que salga en las primarias.
La única discriminación que habrá será la positiva, para
favorecer a los colectivos desfavorecidos, tales como fumadores, mujeres,
ancianos, discapacitados o autónomos.
En unos pocos años, la gente será algo más culta y se darán
cuenta de que la monarquía es un cuento para críos. Entonces se podrá la
república, que ya va siendo hora. El rey moro aún podrá salir en la tele, pero
ya como personaje de ficción.
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