Blockchain: la nueva sociedad tecnológica
Esto es sólo el principio de una revolución en el modo de
relacionarse entre seres humanos. De momento sirve para poner en evidencia a
los medios de comunicación tradicionales, como cuando se popularizó internet:
tardaron veinte años en dejar de dar noticias negativas sobre ella. Ahora le
toca al sistema de contratos blockchain y todo lo relacionado con él: las
monedas virtuales como bitcoin, y las iniciativas económicas descentralizadas
al margen de corporaciones, bancos y estados.
El viejo sistema vigente, esa figura contra la que lucharon,
murieron y mataron tantas personas, popularizó en los años cincuenta la
televisión, una eficaz arma de atontamiento. A finales del siglo XX ese mismo
sistema puso en bandeja internet, el vehículo perfecto para que un nuevo grupo
de ciudadanos organizados le dieran la estocada final.
La difusión de internet se produjo mediante la venta generalizada
de ordenadores personales, y el paso siguiente fue la universalización de los
teléfonos inteligentes, para obtener beneficios económicos basados en la acumulación
de datos masivos (Big Data). Éstos proceden principalmente de las redes
sociales como Facebook y se usan para crear publicidad y vigilancia personalizadas.
Todo ello sustituyendo, además, a la democracia representativa.
Hasta hace poco, cuando se hablaba de nuevas tecnologías, sólo
se estaba dando un nombre más rimbombante a internet. Ahora se trata de algo
más. Un grupo de informáticos anónimos ideó un sistema de código abierto para
garantizar transacciones basado en la red mundial. Se pasaba de la confianza
del apretón de manos de los ganaderos en las ferias a la confianza en la cadena
de bloques (blockchain), un libro de cuentas virtual donde cada intercambio (de
monedas, bienes o servicios) queda registrado en miles de ordenadores e
imposible de borrar o alterar.
Aquí hay que detenerse por un momento. El criptoanarquismo
es un movimiento antiestatal basado en las tecnologías que facilitan el
anonimato. Pretende depositar el poder en el individuo. Anonymous, nacido en
2008, es un colectivo de hackers anticorrupción. Personajes famosos por su
activismo mediante filtración de datos secretos al público son Julian Assange,
que puso en marcha en 2007 su web de denuncia Wikileaks; Hervé Falciani, que
destapó una lista con 130.000 evasores fiscales; Bradley Manning, que filtró en
2010 a Wikileaks 700.000 documentos secretos sobre las guerras de Irak y
Afganistán; o Edward Snowden, que denunció en 2013 la red de vigilancia mundial.
Cuatro ejemplos evidentes de no anonimato. En 2014 se publicaron los Papeles de
Panamá, desvelando la evasión fiscal de 214.000 empresas. Y en 2017 los Papeles
del Paraíso, con otros 120.000 nombres.
La primera iniciativa de los creadores anónimos de
blockchain fue utilizarlo para lanzar en 2009 el bitcoin (BTC), la criptomoneda
inaugural (en 2013 escribí mis primeras impresiones al respecto). Tenían un valioso invento, fruto de
sumar las potencialidades de internet como espacio común universal, y la
criptografía como método de tener los datos a buen recaudo.
El algoritmo criptográfico utilizado se denomina hash. Y cada
conjunto de datos almacenados es un token. Por ejemplo, un bitoin es un token. Una
empresa puede lanzar una Oferta Inicial de Moneda (ICO), y los compradores
obtienen tokens (acciones).
El bitcoin empezó a revalorizarse y eso hizo que otros
desarrolladores crearan más monedas virtuales (altcoins). En 2014 se creó Ethereum,
basado en blockchain y con su propia moneda, el ether (ETH), pero añadiéndole
la posibilidad real de formalizar contratos entre particulares sin necesitar
terceros. Por otro lado, en 2017 el grupo fundador se dividió en dos ramas,
generando en 2017 bitcoin cash (BCH), moneda que pretende salvaguardar la idea original. Las
cotizaciones de las principales criptomonedas se pueden consultar en Coinmarketcap.
Mientras, el problema más importante de la humanidad, el
calentamiento global fruto de las emisiones contaminantes, va dando paso a una
nueva era energética basada en las renovables, principalmente solar y eólica. Las
empresas más importantes de este sector son chinas, como la solar Jinko o la
eólica Goldwind. Estas corrientes imparables (blockchain y renovables) han
hallado ya su punto de encuentro.
Ethereum es la principal plataforma de contratos
inteligentes. Se ha desarrollado un estándar para generar tokens (ERC20) y se
han puesto en marcha diversas ICO. En el campo de las renovables, existen
varias altcoins como Solarcoin (SLR), nacida en 2014 para recompensar la
generación de energía solar, tanto a particulares como a empresas. Otro ejemplo
de simbiosis entre blockchain y renovables es Wepower (WPR), plataforma de
financiación de proyectos de energía verde que ha lanzado una ICO de venta
pública de tokens ERC20 basados en Ethereum.
El continente africano permanece aún dormido, sumido en la
pobreza extrema a la espera de su despertar, que acabará produciéndose. Latinoamérica
es la siguiente en el ranquin de la miseria. Allí, millones de personas con
bajo poder adquisitivo han puesto su mirada en el bitcoin como inversión, con
la esperanza de aumentar su nivel de vida. Aunque el principal foco de
inversores en criptomoneda está en Corea del Sur y Japón.
Un fenómeno sociológico paralelo es la explosión de páginas
web (faucets) que ofrecen fracciones de bitcoin (satoshi) a cambio de soportar
publicidad. Cien millones de satoshis son un bitcoin. Las recompensas son tan
irrisorias que este asunto sería irrelevante a no ser porque está afectando a
miles de personas (sobre todo en Latinoamérica) y enriqueciendo a los
desarrolladores, que se embolsan las comisiones de intercambio.
El proceso mediante el cual las transacciones de blockchain
son calculadas y almacenadas (minería) es, de momento, largo y costoso. Las personas
que se dedican a ello obtienen beneficios en forma de monedas virtuales. Los
ordenadores que lo llevan a cabo necesitan equipos especiales. Eso ha hecho que
se creen grupos para minar (pools), algunos de los cuales alquilan sus equipos
para financiar el conglomerado. La minería individual es poco rentable, pero
hacerlo en un pool, con grandes instalaciones dedicadas a ello en exclusiva,
ofrece ganancias. Incluso si simplemente se alquila una participación en la
potencia general, minando en la nube. Un ejemplo de empresa para minar en la
nube es Hashflare.
Las criptomonedas de cada propietario se almacenan como
datos informáticos en la cadena de bloques. Para gestionarlas se utilizan
monederos virtuales (wallet), que pueden ser de distintos tipos: una hoja de
papel con las claves es el más sencillo. También están a la venta pendrives que
sirven exclusivamente para guardar criptomoneda. Y hay programas para descargar
en el ordenador que funcionan como monederos personales, como Electrum. Por
último, muchas empresas ofrecen monederos web, como Blockchain.info (no
confundir con el sistema homónimo) o Coinbase.com, que no precisan descargar
programa alguno, ni los grandes archivos con las cadenas de bloques. Además,
estas páginas web sirven para comprar y vender criptomonedas. Por supuesto,
embolsándose sus comisiones.
Mientras los medios de comunicación lanzan mensajes
negativos sobre todo esto, los grandes bancos ya han comprendido que se trata
de una competencia y han puesto su confianza en un sistema centralizado, Ripple
(XRP), que no utiliza blockchain. Y muchas de las corporaciones más grandes del
planeta están implementando la tecnología blockchain para efectuar sus
transacciones y garantizar sus contratos.
Pero la economía descentralizada continúa avanzando
imparable, en un proceso que se ha comparado con la cultura descentralizada.
Los viejos modelos basados en el reparto de derechos de autor están superados
por la tecnología P2P (de ordenador a ordenador); el capitalismo, basado en la
confianza monetaria en los Estados, se está quedando atrás gracias a blockchain,
un nuevo sistema autorregulado y basado en la confianza mutua de sus usuarios.
La popularización del bitcoin en los medios ha provocado que
muchas personas se interesen en este tema para intentar obtener ganancias
rápidas con su revalorización. Por todas partes surgen advertencias acerca de
la supuesta burbuja financiera que esto supone, sin tener en cuenta que el
fenómeno va mucho más allá y no ha hecho más que empezar. Se trata de un cambio
de modelo económico, no sólo de una moda especulativa. Mientras tanto, algunos analistas
de izquierdas están dando palos de ciego, sumándose a las críticas de los
dinosaurios financieros.
Una de las advertencias contra blockchain es que su
encriptación puede ser vulnerable en cuanto se expanda el nuevo mercado de
procesadores de computación cuántica, 100 millones de veces más rápidos que los
convencionales. La respuesta clara a esto es que las cadenas de bloques se
podrán minar antes y harán el sistema mucho más eficaz. Y respecto a la
seguridad, se están desarrollando modelos que avanzan en paralelo a las
novedades tecnológicas.
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