El fin de la concertada
La actual y mojigata Constitución española, en
su artículo 27, dice que “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita”.
Cuando el Estado no se vio capaz, pobrecito, de garantizar este precepto con su
propia infraestructura, ideó el envenenado concepto de la enseñanza concertada.
Se trataba de subvencionar a centros privados con dinero público, para que
todos los niños de España tuviesen aulas donde recibir la enseñanza
obligatoria.
Los centros privados, en su mayoría de
congregaciones católicas, se prestaron generosamente a ello. Esta situación
provisional degeneró en costumbre, propiciando que el dinero público fuese
destinado a incrementar la brecha social. Los colegios públicos se fueron
especializando en acoger a los menores más desfavorecidos, mientras que los
privados hacían caja doble, cobrando del Estado y de las familias pudientes,
mediante tasas añadidas.
La situación actual, con plazas sobrantes en
los colegios públicos, reclama una revisión del modelo. La primera medida, sin
duda, debería ser la extinción de las subvenciones a los centros privados. La
comentada costumbre aparece hoy a los ojos de sus beneficiarios como un derecho
adquirido, en una sociedad lobotomizada que considera mayoritariamente que un
colegio concertado no es un colegio privado.
Las formaciones políticas progresistas y
conservadoras aprobaron, en una España actualmente desconocida, la Constitución
de 1931. En el artículo 16 se establecía la prohibición de ejercer la enseñanza
a las órdenes religiosas. Y en el artículo 48 se leía: “El servicio de
la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante
instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada. La enseñanza será laica. Se
reconoce a las Iglesias el derecho de enseñar sus respectivas doctrinas en sus
propios establecimientos”.
En 1970, la franquista ley Villar Palasí
constituyó el inicio de las subvenciones reguladas a la escuela privada. La
LODE del PSOE de 1985 consagró esta irregularidad, manteniendo al país en uno
de los agujeros económicos, sociales e ideológicos más retrógrados y
antidemocráticos generados por las cuatro décadas de dictadura fascista.
En 2017, una tímida propuesta política para
comenzar a revertir la ignominia de la escuela concertada está recibiendo duras
respuestas por parte de la derecha, como es lógico, pero también desde amplios
sectores sociales, que en el mejor de los casos han sido engañados con una
facilidad pasmosa.
Comentarios
Publicar un comentario