La magia de la órbita


¿Por qué el sol no se cae? ¿Por qué la tierra no se cae? ¿Por qué la luna no se cae? ¿Por qué los satélites artificiales no se caen? Porque están en órbita: el sol alrededor del agujero negro del centro de la Vía Láctea; la tierra alrededor del sol; la luna y los satélites artificiales alrededor de la tierra.

Pero si están en órbita, es decir, girando alrededor de los objetos mayores cuya gravedad les atrae, ¿por qué no acaban siendo atraídos de una vez por todas por ellos? Porque su velocidad era la suficiente en el momento de entrar en órbita como para mantenerse ahí, flotando, sin necesidad de más energía que la que proviene de la gravedad del objeto mayor. 

Ya, pero, no acaba de entenderse por qué se mantienen en el aire. En nuestro entorno habitual no suceden esas cosas. ¿O sí? Si atamos una piedra a una cuerda, y la hacemos girar, mientras duren nuestras fuerzas la piedra seguirá girando. Nuestras fuerzas son el equivalente en este ejemplo a la fuerza de la gravedad. 

Claro que la gravedad, esa fuerza tan curiosa, consigue hacer esto sin cuerda, como lo haría un prestidigitador. Pero aquí no hay trucos. Si el objeto más pequeño pudiera perder velocidad (no puede, porque la gravedad mantiene su velocidad constante), entonces sí caería. Y si pudiera aumentar velocidad (si tuviera un motor, por ejemplo), podría salir de la órbita y seguir navegando por el espacio. Claro que si se impulsara hacia el objeto mayor, saldría de la órbita hacia éste. 

Aun así, no queda claro del todo. Y es porque solemos considerar nuestro entorno habitual como un plano, cuando ya sabemos que es una esfera. Es decir, que si pensamos en una escala mayor, podemos seguir el típico ejemplo para explicar la órbita. Nos subimos a una montaña muy alta con un cañón muy potente. Lanzamos un proyectil, “horizontal” a la tierra. Éste, si no tiene la velocidad suficiente, caerá, aunque sea muy lejos, tras seguir una trayectoria curva “paralela” a la superficie terrestre. Si aumentamos lo suficiente la potencia del cañón, el proyectil seguirá esa trayectoria curva hasta llegar a nuestra espalda… y seguirá dando vueltas a la tierra, porque lo hemos puesto en órbita. Si la potencia es aumentada, conseguiremos que el proyectil abandone la tierra y se aleje de ella para siempre. 

En cualquier caso, para los simples mortales, no deja de ser muy curioso, por mucho que nos lo expliquen, que el sol, la luna y las estrellas estén ahí arriba y no se caigan. Y no digamos si nos informamos un poco acerca de cómo funciona la gravedad: Newton creía que era algo así como un imán, para entendernos; pero llegó Einstein y descubrió que lo que consideramos atracción entre objetos no es más que la curvatura que éstos producen en el espacio-tiempo. Ahí es nada.  


También disponible aquí: La magia de la órbita

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