La igualdad, el amor libre y el arte
Los bancos, las compañías de seguros y las grandes empresas
se dedican a robar a la gente. Sus fundaciones son máquinas de entregar
limosnas para lavarse la cara y evitar impuestos. La única empresa ética es la
empresa del Estado, porque el Estado es el conjunto de ciudadanos. Que el
modelo comunista del siglo XX no haya funcionado no invalida que el bien común
siga siendo el deseo de cualquier colectivo humano, la máxima aspiración. Los
individuos que no persiguen la igualdad son escoria social.
El horizonte utópico de las relaciones entre humanos es el
amor libre. Libre, porque lo que no se realiza con libertad no es válido nunca.
Amor entre todas las personas que se deseen, que quieran entregarse a otras o
que se sientan mejor cuidándolas. Intercambio de sexo, cesión de uno mismo,
humanismo sin límite. Toda relación que no tienda a eso es rutina, convención,
miseria y espectáculo sin sentido.
Y el arte. No hay nada más sublime que la contemplación y
disfrute de la belleza, natural o artificial. El intelecto aliado con los
sentidos crea arte, sea visual, auditiva o combinada. Y genera sentimientos.
Salud, dinero y amor, sí, pero también deleite sensual e intelectual. La lucha
constante del ser humano contra el absurdo de la vida y de la muerte sólo se
puede compensar con el goce, procurado hermanándose, amándose y sintiendo.
Hay seres oscuros entre nosotros: los egoístas, los
rutinarios y los insensibles. A ellos ya les ha llegado la muerte en vida. Sigamos
caminando sobre sus cadáveres persiguiendo la perfección y disfrutando del
viaje, porque en cuatro días estaremos enterrados con ellos.
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