Juan March y su fundación

La Fundación Nacional Francisco Franco fue constituida en octubre de 1976. Son sus fines difundir el estudio y el conocimiento sobre el dictador fascista, ensalzando su sangrienta figura. Cuarenta y ocho años después, en 2024, el parlamento de la nación discutirá su ilegalización. Es una verdadera vergüenza que exista una fundación como esa. Pero vamos a estudiar otro caso, que parece que no importa tanto a sus señorías los legisladores.

La Fundación Juan March fue creada por su titular en 1955, “para desarrollar actividades filantrópicas en el campo de la cultura”. Entre otras cosas, organiza exposiciones y conferencias, y posee museos, como el de Arte abstracto de Cuenca o el de Arte contemporáneo de Palma de Mallorca.

En primer lugar, que quede claro que una fundación es un refugio de grandes capitales para ocultarlos al porcentaje de impuestos estipulado por las leyes generales. Eso lo explico en mi artículo El dinero protegido: perpetuar la desigualdad.

El dinero que financia la Fundación Juan March proviene de la fortuna de ese contrabandista, traficante de armas, sospechoso de asesinato, financiero y político mallorquín (1880-1962) fundador de Trasmediterránea y Banca March. Su dinero fue imprescindible para el éxito de los fascistas sublevados en 1936, pero antes ya había financiado huelgas obreras contra el Gobierno republicano de Azaña.

Pagó el avión que llevó a Franco de Tenerife a Marruecos para dar el golpe y depositó parte de su fortuna en elementos clave de la Guerra Civil, como la llegada de aviones italianos del régimen de Mussolini o la campaña internacional que regó con cientos de millones para desacreditar al bando republicano en los medios de comunicación.

Los servicios de inteligencia británicos, pese a tenerlo clasificado como “un facineroso de la peor especie”, decidieron contar con él por su anticomunismo y sobornaron mediante su mediación a 30 generales franquistas para que España no interviniese en la II Guerra Mundial a favor de Alemania. Fue conocido como “el banquero de Franco”, fundando en 1951 el monopolio Fuerzas Eléctricas de Cataluña. Cuatro años después organizó su fundación, imitando iniciativas estadounidenses como las de Rockefeller y Carnegie.

La existencia de la Fundación Juan March (y la de su hijo Bartolomé) es oprobiosa, monstruosa y vergonzosa, igual que la de la Fundación Francisco Franco, al que llevó March al poder. Juan March es el ejemplo máximo del poder soterrado, de la aristocracia financiera, de la cúspide de la injusticia social, de la maldad encarnada en un ser humano. Un país que se declara democrático no debería albergar en su seno una organización heredera del horror y la miseria ética. Mientras tanto, cantemos y bailemos. Los matarifes siguen sueltos y quizás no nos lleguen a clavar la puntilla por despiste o por desgana. Quién sabe.

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