Héroes anticristianos
De todos es sabida la perniciosa influencia de las
religiones. La más numerosa es la cristiana, y sus superhéroes están
encabezados por Jesús, protagonista del Nuevo Testamento. Los seguidores de sus
peripecias conocen bien a los personajes secundarios, colocando en el bando de
los buenos a los familiares y amigos de Jesús, y en el de los malos a sus
perseguidores.
Esto es un claro error, puesto que los verdaderos
benefactores fueron los que intentaron desde el principio que el cristianismo
no prosperase. Este listado es un homenaje a esas personas, muchas de las
cuales no existieron realmente, como tampoco las del bando ganador.
Herodes I el
Grande, gobernante de Judea que cuando se enteró del nacimiento de Jesús ordenó
matar a todos los niños. Por desgracia, María y José huyeron con el bebé a
Egipto. No obstante su fracaso, cada 28 de diciembre celebramos con bromas el
acontecimiento. Le sucedió su hijo Herodes Antipas, que se casó con Herodías, anterior
esposa de Herodes Filipo.
Salomé, hija del
hermano de Herodes Antipas, Herodes Filipo, y de Herodías. Por lo tanto,
hijastra y sobrina de Herodes Antipas, que la deseaba por su juventud y
belleza. Su padrastro le prometió que le concedería lo que quisiera si bailaba
para él. Ella le pidió en bandeja de plata la cabeza de Juan el Bautista, un
primo de Jesús, por lo que la chica merece su título de heroína anticristiana.
Judas Iscariote,
uno de los doce apóstoles de Jesús. Alentado por una recompensa de treinta
monedas, identificó a Jesús mediante un beso para que lo detuvieran. Todo ello sucedió
por voluntad de Jesús, que además era adivino y ya advirtió en la Última Cena:
“En verdad os digo que uno de vosotros me traicionará”.
Los mercaderes
que trabajaban a cubierto en el templo de Jerusalén fueron desalojados por
Jesús a latigazos. Ejemplo de profesionales del pequeño comercio, habían dotado
de utilidad al monumento como mercado de proximidad. Deberían tener un justo
homenaje póstumo.
Caifás, sumo
sacerdote de Judea, elegido por los romanos. Era el párroco del templo de
Jerusalén, y dirigió la detención de Jesús. Se le atribuye la frase “Conviene
que muera un hombre por todo el pueblo”. Suele hacer pareja cómica con su
suegro Anás, anterior sumo sacerdote.
Poncio Pilatos, prefecto
romano de la provincia de Judea. Fue el responsable de la crucifixión de Jesús,
tras dar a elegir al pueblo entre éste y Barrabás. Antes de ejecutarlo, se lavó
las manos en gesto de “vosotros sabréis”. Y tenía razón: la supuesta condena
resultó ser una de las matracas que expandió el cristianismo, convirtiendo a la
cruz en su logotipo.
Satanás, el jefe
de los ángeles rebeldes que fueron expulsados por Dios del Paraíso. Según el
Apocalipsis, cuando se enteró de que María estaba encinta, acudió en forma de
dragón a devorar al niño. Tres décadas después estuvo tentando a Jesús en el
desierto, también sin éxito. Es el típico héroe torpe que despierta nuestra
compasión y al que querríamos abrazar para consolarlo.
Tras la época en que supuestamente existieron Jesucristo,
sus amigos y sus enemigos, una serie de personajes históricos continuó con la
encomiable labor de combatir el cristianismo, que desafortunadamente siguió
creciendo, pese al evidente daño irreparable de su maldita existencia.
Nerón, emperador
romano aficionado a componer canciones con su lira. Según la tradición fue el primer
perseguidor de cristianos, gracias a la educación que recibió del filósofo
estoico Séneca. Durante su mandato ardió Roma y se consiguió eliminar a san Pedro
y san Pablo. Se le suele representar como un gordito extravagante.
Domiciano,
emperador romano considerado el segundo gran perseguidor de cristianos. Se le
atribuye el exilio de san Juan evangelista, durante el cual éste habría escrito
el Apocalipsis. Tras Domiciano, los cristianos aún listan otras ocho
persecuciones, encabezadas por los emperadores Trajano, Adriano, Marco Aurelio,
Septimio Severo, Maximino Tracio, Decio, Valeriano y Diocleciano, sumando diez denodados
luchadores anticristianos.
Diocleciano,
emperador romano que cierra la lista de audaces perseguidores de cristianos.
Ordenó la destrucción de las iglesias y se ganó un puesto de honor entre los
que intentaron acabar con la lacra, considerándose su labor la más entregada de
las diez. Lamentablemente, no obtuvo eficacia alguna y además surtió de personajes
míticos al martirilogio cristiano, como el célebre san Jorge y su dragón.
Daciano,
procónsul romano de Diocleciano en Hispania, que supuestamente actuó con gran
profesionalidad en la persecución. Detuvo al obispo de Zaragoza, san Valero,
con su diácono san Vicente. Al primero lo exilió y al segundo lo ejecutó.
También fue, según la tradición, responsable en Zaragoza del martirio de santa
Engracia y de los “innumerables mártires”, cuyos restos se veneran en una
cripta con ella. Tiempo después, san Lamberto fue decapitado y acudió con la
cabeza en la mano a enterrarse en la cripta zaragozana. Sin embargo, en la
ciudad aún no han dedicado una calle al eficaz procónsul.
Hipatia, filósofa
y científica griega que escribió sobre geometría, álgebra y astronomía. Exponente
de la defensa de la razón clásica ante la superstición de las religiones, fue
asesinada por una turba de cristianos. Por ello ha sido reivindicada por los
necesarios ámbitos anticristianos, desde la Ilustración dieciochesca hasta el
feminismo contemporáneo.
Maximilien Robespierre,
uno de los líderes de la Revolución francesa, durante cuyo mandato se
desacralizaron las iglesias y los cementerios, instaurando el Culto a la Razón
inspirado en Voltaire. La convulsa política francesa desembocó por fin en 1905 en
el establecimiento definitivo del laicismo como forma de Estado.
Lenin, principal
dirigente de la Revolución rusa, inspirado por Marx y Engels. Eliminó la
instrucción religiosa de las escuelas y decretó la separación Iglesia-Estado. Los
demás países comunistas secundaron después la iniciativa. Un ejemplo es la
declaración del Estado ateo en 1967 por parte de Enver Hoxha, dirigente de
Albania. Gracias a estas políticas, numerosas generaciones de todo el mundo han
crecido libres del cristianismo.
Manuel Azaña,
presidente de la Segunda República española. Durante sus mandatos promovió el
laicismo, tratando de eliminar la influencia social de la Iglesia católica,
tanto en la educación como en otros ámbitos. Se aprobaron leyes anticristianas
como la del fin de la actividad docente para las órdenes religiosas, el
matrimonio civil o el divorcio. Lamentablemente, el nacionalcatolicismo
franquista las anuló.
Durante dos mil años, la labor maligna del cristianismo ha
extendido su mano negra en la historia de la humanidad, con ejemplos flagrantes
como las Cruzadas medievales o el engaño global de la milagrería, las reliquias
y las peregrinaciones. Por no nombrar la sangrienta historia de guerras y
corrupción del papado, la condena a Galileo, la persecución de brujas y herejes
o la identificación de las tiránicas monarquías occidentales con la fe
cristiana. Así también, el genocidio de los pueblos originarios durante la
conquista del Nuevo Mundo, el abuso de menores o la represión psicológica y
física de millones de otros, con secuelas imborrables.
En la actualidad, su influencia sigue presente enfrentándose
a la democracia, y sobre todo a las políticas humanistas, como las legislaciones
a favor de los inmigrantes, las mujeres o los homosexuales. También oponiéndose
a la ciencia, negando las teorías sobre el origen del universo y la evolución
de las especies y combatiendo la anticoncepción, el aborto, la eutanasia y la
investigación con células madre.
Quede aquí este testimonio para poner en valor a las
principales figuras que han constituido la punta de lanza del combate contra el
cristianismo, los imprescindibles héroes anticristianos.
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