De Everytown a Megalópolis
Francis Ford Coppola vio en 1985 la película británica La vida futura (Things to Come, William Cameron Menzies, 1936), basada en un texto
de H. G. Wells. En ella, una ciudad ficticia, Everytown, era gobernada por un
caudillo narcisista tras ser destruida por la guerra y la peste. Esa ciudad y
la sociedad entera acababan siendo reconstruidas por un grupo humanista y sus
avances científicos, de modo que en 2036 reinaba una paz futurista, con la
gente vestida con togas como en la antigua Roma.
Sin embargo, aparecía un nuevo líder, un artista llamado
Teotocópulos que abanderaba la consigna de oponerse al progreso y la ciencia,
concretados en un proyecto de viaje a la luna. Un joven, Passworthy, se ofrecía
a montar en el cohete con su pareja Catherine, hija del presidente Oswald Cabal,
amigo del padre del joven. Teocopóculos y los suyos pretendían destruir el
cañón que impulsaba al cohete, aunque al final se efectuaba el lanzamiento.
Coppola se enamoró de la película, hasta el punto de que
ideó un remake en el que la ciudad futurista se llamaría Megalópolis, su
presidente Oswald Cabal se convertiría en el alcalde Frank Cicero (Cicerón), y
repartiría las características de los otros personajes, dividiendo las de Teotocópulos:
por un lado en el buen arquitecto César Catilina, agregándole aspectos del
joven Passworthy, y por otro lado en el intrigante Clodio. Para acabar de
redondear su idea de comparar la antigua Roma con el futuro, añadió también una
variante del Passworthy padre, convirtiéndolo en Hamilton Crassus (Craso).
Casi cuatro décadas después el director consiguió, vendiendo
sus viñedos, producir, realizar y estrenar Megalópolis
(2024), cosechando el rechazo unánime del público y la crítica, como ya le
había sucedido en varias ocasiones a lo largo de su carrera, también repleta de
grandes éxitos. Veamos con detalle el argumento de una película que, sin ser
una obra maestra, sí presenta aspectos muy interesantes.
Un científico y arquitecto genio y viudo, César Catilina
(Adam Driver), ha inventado un material de construcción imperecedero y además
es capaz de detener el tiempo a voluntad. Vive en Nueva Roma, ciudad-estado trasunto
futurista de Nueva York y capital del imperio estadounidense, cuyo líder es el
alcalde Frank Cicero (Giancarlo Esposito). Cicero es el padre de Julia
(Nathalie Emmanuel), una joven que investiga la muerte de la esposa de César y
que acaba trabajando de ayudante para él. César pretende reconstruir la ciudad decadente
e instaurar una utopía, Megalópolis. La historia es narrada por el chófer de César,
Fundi (Laurence Fishburne).
El banquero multimillonario Hamilton Crassus (Jon Voight),
tío de César, celebra en el nuevo Coliseo su boda con una famosa presentadora
de televisión, Wow Platinum (Aubrey Plaza). Allí hay diferentes actuaciones,
incluida la de la bella cantante de 16 años Vesta Sweetwater (Grace
VanderWaal), que es subastada benéficamente como virgen. Pero se filtra un
vídeo en el que se ve a César acostándose con ella. El filtrador es Clodio
(Shia LaBeouf), hijo de Crassus y primo de César.
César es detenido por estupro, pero Julia averigua que Vesta
tiene realmente 23 años y el vídeo fue manipulado. César es puesto en libertad
y recupera su poder de detención del tiempo, metáfora de la creación artística,
gracias al amor de Julia, que se convierte en su musa. El megalón, el material
inventado por César, sirve también para crear tejidos que dotan de
invisibilidad y para activar la regeneración celular.
Clodio se postula como nuevo líder esgrimiendo un populismo
neonazi. Nush (Dustin Hoffman), potentado amigo del alcalde Cicero, trata de
frenar a Clodio, pero es asesinado. Un viejo satélite soviético está a punto de
caer sobre Nueva Roma. César y Julia van a tener un bebé, lo cual disgusta a
Cicero, que pide a César que abandone a Julia, a cambio de entregarle las
pruebas de su implicación en la muerte de su esposa, y apoyarle en su utopía.
Wow Platinum requiere de amores a César, ofreciéndole el
banco de Crassus. Se produce un atentado contra César, por parte de un esbirro
descontrolado de Clodio. Gracias, al Megalon, César se recupera, pero Wow
Platinum ha congelado sus cuentas. Ella conspira con Clodio para quedarse con
el banco. Fundi casa a César con Julia. Se celebran grandes fiestas en la
ciudad y Crassus es destituido. Aprovechando la caída del satélite, un golpe de
Estado de Clodio amenaza con instaurar un nuevo régimen antagónico a
Megalópolis y Cicero emprende la huida.
Crassus mata a Wow y cede su fortuna a César, que pronuncia
un discurso de regeneración. Los seguidores de Clodio lo cuelgan por los pies,
como a Mussolini. Ya con Megalópolis levantada en el cráter del satélite, se
celebra el año nuevo. Cicero, César y Julia están reconciliados, y mientras el
tiempo se para, el bebé se mueve como símbolo de esperanza del futuro.
La trama juega a mezclar aquella película de 1936 con la
conjura de Catilina, un senador de la antigua Roma que reivindicaba la
ampliación del poder de las asambleas de la plebe en detrimento del Senado.
Catilina promovió el asesinato del cónsul Cicerón para imponer su poder. Otro
cónsul, Craso, el hombre más rico de su tiempo, estaba al corriente de la
conjura pero no intervino. Cuando la trama fue desvelada, Cicerón la denunció
mediante sus famosos discursos, las Catilinarias.
Catilina se enfrentó al ejército y murió.
Existe una corriente de historiadores que niegan la versión
de Cicerón de la conjura y creen que Catilina era un líder que buscaba mejoras
sociales. Esta es la opción que baraja Coppola en su película, convirtiendo a
Catilina en un visionario benéfico y confiriendo a Clodio la vertiente malvada
del relato. Clodio también existió: se trataba de otro senador, que comparte
características con el personaje del filme. Clodio personifica el auge del
fascismo, que tiene lugar en los períodos de decadencia del capitalismo y actúa
de salvador del sistema, como en la película, donde no es casual que Catilina
lleve César de nombre de pila.
Megalópolis,
repleta de hallazgos visuales, es una obra barroca, experimental e imperfecta. Resulta
de visión obligada para quienes estén interesados por la historia del cine, la
sociedad, la política y la cultura. Es algo que no se puede afirmar de la
inmensa mayoría de películas que se estrenan cada semana.
Ver también mi repaso a la filmografía de Coppola:
Francis Ford Coppola, el megalómano intermitente
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