El ruido improbable

Es agosto y hace mucho calor. Estoy listo para dormir y escucho a lo lejos un extraño sonido repetitivo. Primero creo que es un defecto auditivo, porque se para cuando me muevo. Luego compruebo que sigue aunque me esté quieto, tumbado sobre mi cama. Me duermo, estoy muy cansado, los vecinos siempre hacen ruidos raros.

Paso unos días enfermo, realmente enfermo. No tengo síntomas evidentes, pero me siento febril, me pesa la cabeza. La temperatura es infernal. Veo películas de Sherlock Holmes de los años cuarenta. Son catorce (1939-1946), son malas, pero son entretenidas. El penetrante sonido de un grillo empieza a sonar en mi salón y lo identifico con el que escuché la noche anterior desde el dormitorio. Busco en internet una solución. Está escondido en algún lugar sobre mi cabeza, entre los travesaños del techo.

Pinocho tenía una conciencia, personificada en el grillo parlante. La versión de Disney le puso nombre: Jiminy Cricket. Cricket es grillo en inglés, y el nombre completo es una derivación de la interjección de sorpresa Jesu Domine Christus!, una forma desordenada de “Señor Jesucristo”, que tuvo variantes eufemísticas como Jiminy Christmas o la comentada aquí. Todo eso se perdió en la traducción al castellano: Pepito Grillo. Un personaje infantil que siempre me ha atraído. Tengo una figurita suya en una estantería.

Total que Pepito, el real, grita como un condenado. Cuando escuchamos algo así en la lejanía de las noches rurales de verano, nos parece un agradable acompañamiento. Si está escondido en casa, te atraviesa los tímpanos. Pero soy un hombre de usos tranquilos y además puedo enfocar mi oído a lo que me da la gana, así que paso dos noches seguidas viendo las películas de Sherlock Holmes mientras el grillo sigue dale que te dale.

Porque mis averiguaciones de internet me llevaron al típico remedio infalible que no sirve para nada. Se trata de dejar unas gotas de cerveza en una lata y depositarla horizontal en el suelo. Supuestamente, el grillo acude a libar, se mete en la lata y queda atrapado, porque no puede salir. ¿Por qué no puede salir si puede entrar? ¿Por qué a los grillos les gusta la cerveza, concretamente? Nunca lo sabremos. Hoy Pepito no dice ni mu, y por supuesto no hay nada dentro de la lata. O se ha muerto, o se ha ido.

Salvador Dalí tenía en su dormitorio una jaula de grillos, que le ayudaban a dormir. No le alabo el gusto, o los grillos de Portlligat cantaban más bajito. Parece ser que las mismísimas arañas se van si colocas una jaula de estas. Estoy más de acuerdo con la frase hecha, que las identifica con el alboroto. Pero cada uno con sus manías.

¿Qué tienen en común Sherlock Holmes, Jesucristo y Pepito Grillo? Yo creo que está claro: los estados alterados de conciencia no se logran solo con sustancias recreativas. También pueden experimentarse cuando se juntan la tensión baja, el calor y el ocio. Alucinaciones literarias, gérmenes de los personajes de ficción.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares