La cultura y el progreso
La diversión y la despreocupación son vías de escape estupendas y necesarias, pero la función última de la cultura es tratar los sentimientos desde un punto de vista intelectual. El ser humano alcanza su cénit cuando, por medio del arte, pone sobre la mesa lo irracional, lo desmonta y lo explica. Todo modo de arte que reproduce lo irracional no hace más que copiar las pautas de las emociones, y el receptor puede sentirse reconfortado con ello, pero no enriquecido.
La literatura, las artes plásticas o el cine cobran sentido cuando sus creadores aportan reflexiones racionales a sus obras, evidentes o veladas. Es decir, cuando se apartan de la (muy humana) tendencia a buscar explicaciones paracientíficas, supersticiosas y trascendentes, o simplemente, a plasmarlas, deformando la realidad.
Así, en el cine histórico, se pueden reproducir los supuestos hechos, a veces con maestría, pero sin darles explicación alguna; o se puede mostrar al espectador la obligada estructura de antecedentes-hechos-consecuencias, aplicando un enfoque hegeliano/marxista, que es el que aporta datos para el análisis.
La poesía es la racionalización de la magia. El arte poético transmite emociones, pero cuando sólo las reproduce, cae en el refocile, el amaneramiento y la nada. Los métodos de estudio de la condición humana no pueden ser su mera repetición.
El arte por el arte es un concepto retrógrado, conservador, paralizador del progreso. Sin mensaje, la literatura es un divertimento vacuo. La vida ya no tiene sentido de por sí, y recorrer el tiempo del nacimiento a la muerte sin lucidez es un viaje estúpido y dañino para la colectividad. Los conceptos de humorismo, erotismo y humanismo son los carriles por los que debe circular la investigación a cargo del humano consciente.
Las religiones y las teorías psicológicas asociadas que empujan al arte a sublimar el comportamiento humano, dándole explicaciones poético-sonrojantes, sólo añaden basura cegadora al método científico y ensalzan lo tenebroso: sacrificio, esfuerzo y contrición. Su reverso son las vanguardias artísticas, que abogan por hacer brotar el inconsciente. La estética no tiene sentido sin crítica. Sólo mediante la provocación, el sexo o la denuncia adquiere el arte un sentido en sí mismo.
La correcta utilización de los lenguajes es imprescindible para transmitir inequívocamente la tesis artística. Su estricto conocimiento es el que puede dar pie a transgredirlos para perfeccionarlos. Todos los artistas geniales del canon occidental se han caracterizado por ello y han hecho evolucionar al mundo. Son los puntales, y así han sido reconocidos, del enfoque que ha de darse siempre al campo creativo: la absoluta preeminencia del fondo sobre la forma. Todo lo demás son artes decorativas.
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