Lo antiguo y lo nacional

Hace ya más de un siglo que Einstein postuló y demostró que la realidad física está definida por las cuatro coordenadas del espacio-tiempo: las clásicas tres del espacio y una cuarta, el tiempo. Así, para concretar cualquier evento debe tenerse en cuenta dónde y cuándo sucede. A estas premisas, el periodismo añadió la pregunta clave: por qué. Con todo ello se debe preparar el cóctel de una buena noticia.

Pero los medios de comunicación ofrecen, además de información, opinión, casi siempre mezcladas. Y así pasamos de la realidad física a la multiplicidad de verdades. De lo objetivo a lo subjetivo, de los hechos a sus interpretaciones. Como en el caso de lo antiguo y lo nacional, dos variantes del tiempo y del espacio que se comparan en un mismo plano con lo moderno y lo extranjero, sin tener en cuenta la diferencia de magnitudes.

Pensar que lo antiguo es mejor que lo actual es matemáticamente absurdo. Lo antiguo es un conjunto de miles y miles de creaciones y costumbres, de las que se valora lo mejor. Lo actual es, en comparación, una mínima parte del todo, de la que si hay que extraer también lo mejor, siempre será mucho menos que la suma de lo extraído de lo antiguo.

Pensar que lo nacional es mejor o peor que lo extranjero es aún más delirante. En primer lugar, “lo nacional” es diferente según de qué nación se proceda. Además, no tiene ningún sentido dividir el mundo entre nacional y extranjero. Si nos atenemos solo a los países reconocidos por la ONU, sin contar las regiones ni a los grupos étnicos, la comparación es de uno contra 194.

Estoy harto de escuchar que las películas o las canciones antiguas son mejores que las actuales. Pero aún más de tener que aguantar afirmaciones como que las mujeres extranjeras son más guapas o que los extranjeros son delincuentes. La calidad de las creaciones humanas es fruto de una destilación en la que en el futuro lo mejor de lo actual formará parte de lo antiguo. Y la condición de extranjero es una convención que cambia según el lugar. De hecho, todos somos nacionales y extranjeros a la vez.

Lo peor viene cuando se mezclan ambas categorías. Así nacen falacias como que lo antiguo y nacional es mejor que lo actual y extranjero. O que lo antiguo y extranjero es mejor que lo actual y nacional. O que nuestro país es el peor, no como antes. La nostalgia, ese veneno contra el progreso, se aplica casi siempre al espacio y al tiempo, como si se tratase de la curvatura gravitatoria o de la mala praxis periodística. Mi patria en mis zapatos; cualquier tiempo pasado fue anterior.

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