Ni bien ni mal, nimial

Un amigo mío, que inventa palabras, ha creado “nimial”. Sería un cruce entre nimio y trivial, quizás aderezado con liminal (esta última, muy usada por los modernos, añade un elemento misterioso). También se adereza con una sugerencia de colectividad, grupal, plural. Nos queda así un vocablo nuevo, cuyo significado podría ser “de poca importancia, sin interés, que no está ni aquí ni allá y a la vez se halla extendido”.

Hay eventos, lugares y personas nimiales. Por ejemplo, la caída nocturna de las hojas de los árboles, los polvos de talco, el zumbido de las antiguas bombillas, los solares abandonados o quienes dan crédito a bulos extraordinarios.

Estos últimos se dejan llevar por la laminera satisfacción de saber más que los demás, aunque su sabiduría está construida con frágiles naipes de datos imaginarios. Sus vidas son nimiales y se ponen las medallas nimiales de las noticias alternativas virales y nimiales, que no están ni aquí ni allá, porque provienen de Youtube o de los memes de los memos, más o menos subliminales.

Hay un extensísimo corpus de verdades incómodas, constatadas por investigaciones de periodistas arriesgados y filtraciones de denunciantes. Demuestran que el poder económico y político diseña corrientes de opinión pública, golpes de Estado, guerras y asesinatos selectivos. Asuntos nada nimiales, más bien de animales, animaladas.

No sé qué pensarán del neologismo en los minaretes nihilistas de Mali, de Alemania, de Manila, de Lima o de Milán. Milana bonita, arena y limo, lumi de la loma, nimbo de la luna, lamida de molar, mula molinera, Linneo sin límite, eliminar minas, Lina Morgan, la melena de la Mona Lisa, maní de mini monos, el Dalai Lama, la milonga del malentendido, la canalera limonera. Limando mil lemas, ni bien ni mal, nimial.

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