La tuberculosis como acicate creativo

La tuberculosis era una enfermedad asociada a los poetas y a los artistas en el siglo XIX y buena parte del XX. Bécquer, Chéjov, Chopin, Modigliani y Kafka fallecieron por ella. Por otro lado, Camilo José Cela (en 1931, con 15 años), Francisco Umbral (en 1952, con 20 años), Ringo Starr (en 1952, con 12 años), Fernando Arrabal (en 1955, con 23 años) o Carlos Santana (en 1967, con 19 años), son ejemplos de creadores que pasaron su infancia o adolescencia postrados por la tuberculosis o enfermedades semejantes.

La experiencia cercana a la muerte de una dolencia que obliga a permanecer en la cama durante un período prolongado de la edad temprana es determinante en el carácter posterior. Una vez curados, muchos afectados se sienten más o menos débiles para el resto de sus vidas, e intentan compensar su estado con una actividad creativa febril.

Tras el descubrimiento del bacilo de Koch (una bacteria) que produce la tuberculosis, su tratamiento se centró en trasladar a los enfermos a sanatorios antituberculosos, donde se ofrecía un clima, un reposo y una dieta adecuados. Uno de ellos, el Santo Espíritu, se hallaba en Boltaña, en el Pirineo aragonés, habilitado en 1920 y en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX. Allí fue internado y murió en 1948 un hermano de mi padre. Se llamaba Antonio Tausiet.

Cuando hablamos de un tísico (tisis es sinónimo de tuberculosis), nos referimos a una persona pálida, muy delgada y enfermiza, que tose con frecuencia. El teatro y el cine han adoptado este estereotipo, y cuando vemos a alguien toser sabemos que está muy enfermo. La fase siguiente es la tos con sangrado, que siempre indica que el personaje va a morir pronto. Él también lo sabe. Pero unos pocos sobreviven.

La mitificación de la tuberculosis como enfermedad creativa no tiene ninguna base científica, pero diríase que la resurrección relativa es un impulso vital, y estéticamente todo apunta a la correlación. Los pacientes tienen arrebatos cercanos al misticismo, muy valorados por el romanticismo decimonónico, que surgió del desencanto con la sociedad burguesa que no cumplió con las premisas de la revolución francesa.

Qué mejor que un trastorno físico para enhebrarlo con uno psíquico. El aspecto espectral del tuberculoso le acerca al mundillo espiritual, tan enraizado en el mundillo artístico. Las personas que sobrevivieron han vivido mirando a los demás como simples mortales de una sola muerte. Son los vehículos vivos de la muerte temprana, adelantada a la muerte definitiva.

Quienes alcanzan ese estado de resucitados son capaces de generar un mundo nuevo, al menos para sí mismos. Y en muchos casos, trascienden. El concepto de sublimación es, para la física, el paso del estado sólido al de vapor. Para Freud, era el proceso psíquico mediante el que la pulsión sexual reprimida (la angustia) se transformaba en artística e intelectual. En todo caso, sublimar (hacer sublime) es elevar a un grado superior.

La tuberculosis, el asma, las infecciones en general, las enfermedades cardiovasculares, los accidentes, son factores que postran. El cuerpo reposa, la mente no. Las temporadas inactivas favorecen la reflexión, pero también la frustración, la insatisfacción, la obsesión, la curiosidad y la duda. Todos ellos son los motores del arte, que es el proceso de sublimar la realidad en ficción. Lo que nos hace humanos. Lo que nos hace mortales.

Soy humano, mortal, me interesan la cultura, el arte y la ficción. Me llamo Antonio Tausiet.

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