San Telmo

San Telmo no es baladí. Pedro González Telmo fue un sacerdote dominico español nacido en Frómista, Palencia, en 1190. Es el patrón no oficial de los marineros, porque no ha sido aún santificado por la Iglesia oficial. Ha sido beatificado, pero no canonizado. Se le confunde con Erasmo de Formia, un santo balcánico del siglo III.

El fuego de San Telmo se denominó así por el tal Erasmo, el balcánico, pero luego se le atribuyó al Telmo español. Confusiones similares ha habido en la historia del catolicismo: san Antonio de Padua y san Antón siguen celebrándose indistintamente.

Diocleciano es el emperador romano favorito para atribuirle leyendas de mártires martirizados. Sin ir más lejos, en Zaragoza (España) es el antihéroe, con sus innumerables mártires y san Lamberto y santa Engracia de titulares. Fue emperador de Roma entre 244 y 305, y nuestro amigo Erasmo fue una de sus víctimas.

El caso es que Erasmo dio nombre al fuego, por evolución de su nombre a Elmo (Sanct Elmo), pero al final ha sido Pedro González el titular, al menos en el ámbito hispano. Físicamente, consiste en que se produce una descarga eléctrica en la atmósfera provocada por la ionización del aire, en el contexto de una tormenta.

¿Qué es eso de la ionización? Muy sencillo. Cuando un electrón choca contra un átomo, libera un exceso de energía, y ello provoca un efecto electroluminisciente, o sea, una emisión de luz. En la práctica, se ve un resplandor verdiazulado que acompaña a estructuras altas y puntiagudas, como mástiles o chimeneas.

Para entender del todo el fenómeno, hay que saber que hay un cuarto estado de la materia, además del sólido, del líquido y del gaseoso. Se llama plasma, y es, resumiendo, el estado gaseoso pero con carga eléctrica. El plasma no es residual, sino todo lo contrario: se trata del estado de la materia más abundante del universo. Un ejemplo cercano es el Sol, que se compone de plasma todo él.

Cuando uno viaja en un barco y sobreviene una tormenta eléctrica, es muy posible que vea que los mástiles se iluminen con el fuego de San Telmo. También se produce en aviones y dirigibles. La hipótesis más plausible del colapso del último dirigible, el Hindenburg, fue el fuego de san Telmo, que pudo incendiar el hidrógeno del zepelín en 1937.

Además de la explosión del Hindenburg, el fuego de San Telmo se ha vinculado con eventos históricos, como la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453, cuando fue visto en lo alto del Hipódromo de la ciudad cuyo fin marcó el del imperio bizantino.

Pero ahí no acaba la cosa. En el segundo viaje de Colón, en 1493, apareció el fuego en los barcos. Y cuando Magallanes emprendió la circunnavegación del globo por vez primera (1480-1521), al pasar por Sudamérica apareció esa luz, aunque para más confusión se le llamó Cuerpo de San Anselmo.

El naturalista Charles Darwin lo nombró en sus cartas en 1832, por poner un ejemplo célebre. En la ficción también aparece el fuego de San Telmo: William Shakespeare lo describió en La tempestad (1611), Herman Melville lo citó en Moby Dick (1851), y Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra (1864).

Elmo, por seguir el hilo, es una marioneta de Barrio Sésamo, de color rojo, que apareció por primera vez en 1980. Es del grupo de Triki, el monstruo de las galletas de color verde; de Óscar el gruñón, también de color verde, que vive en un cubo de basura; o de Coco, de color azul, quizás el monstruo más célebre de los cuatro.

Curiosamente, Elmo proviene del alemán heim, yelmo, que es la parte de la armadura que protege la cabeza. Por supuesto, cuando don Quijote encontró la bacía del barbero, la sublimó en yelmo de Mambrino, o sea, el casco metálico que caracteriza al personaje.

Las descargas eléctricas de las tormentas, ya sea por tierra, mar o aire, son, con permiso de Fleming, inventor del pararrayos, una nadería si conseguimos encasquetarnos el famoso yelmo quijotesco, metáfora universal de la defensa contra el pragmatismo, ese mal que pone freno al desarrollo de la Humanidad.

Elmo, Telmo, Erasmo o como le quieran llamar es un personaje mitológico de primer orden, porque tuvo sus más y sus menos con nuestros amigos los anticristianos, pero sobre todo porque iluminó con su plasma eventos históricos, literarios y cinematográficos que nos han reconfortado a lo largo de los años.

Y si no que se lo digan a los responsables de la Diputación de Palencia, que pidieron en pleno celebrado el 24 de julio de 2024 la canonización de Pedro González Telmo. Seguro que se alegran en el barrio de San Telmo de Buenos Aires, y hasta en el museo de San Telmo de Donostia, el palacio de San Telmo de Sevilla, sede de la Junta de Andalucía, o en la escuela de arte San Telmo de Málaga, modelo de educación pública.

Javier López de la Puerta fue un empresario nacido en Osuna, Sevilla, en 1933. Su hermano Pepe murió electrocutado, y Javier se casó con Paquita, con la que tuvo nueve hijos. Mientras tanto, el nuevo gobernador civil franquista de Sevilla, Hermenegildo Altozano Moraleda, del Opus Dei, nombraba a Javier alcalde de Osuna. Javier se apuntó también al Opus Dei.

Tiempo después aparece en nuestro relato Gerarda de Orleans-Borbón y Parodi Delfino, una aristócrata propietaria de múltiples sociedades en paraísos fiscales. Ella abrió una escuela de negocios en Sevilla, dirigida por Javier entre 1982 y 2000: el Instituto Internacional San Telmo, también conocido como San Telmo Business School, dependiente de la fundación San Telmo, presidida por Eustasio Cobreros Vime, de supermercados Cobreros, empresa que vendió en 1999.

Pudiera parecer que nos vamos del tema Telmo, pero no. La escuela de negocios andaluza con su nombre, modelo de virtudes primero nacionalcatólicas y después económico-democráticas, con el apoyo inquebrantable del franquismo y de sus herederos borbónicos, mantiene vivo el fuego de San Telmo, ese asunto que parece transversal y a casi todos residual, equivocadamente.

Porque Telmo es un emblema, es fuego fatuo, mascletá, luciérnaga de la noche oscura del alma, illuminati, vela en el entierro, faro de occidente, resplandor divino, voz que clama en el desierto, linterna mágica, luz al final del túnel, polvo de estrellas, mística de luminarias, imán de polillas, fusión nuclear, contaminación lumínica, espectáculo de luz y sonido, zumo de neón, tu cara se ilumina con el esplendor rosado de la madrugada, la noche se hace día, fin del eclipse, explosión de alegría, restos del naufragio, moda endomingada, enciclopedistas, luna de Palencia, aurora boreal, músicos gitanos rebeldes, elogio de la locura, tentaciones durante el parhelio, herejes en la hoguera, choque de partículas elementales, vuelos supersónicos, saco de Roma, por allí resopla, magma de los volcanes, rayos y truenos, y la explosión fosforescente de la vida antes y después de la muerte.

Comentarios

Entradas populares