LGTBIQ+

Para empezar, en este glosario LGTBIQ+ vamos a diferenciar los cuatro conceptos más elementales. Es que parece que hay cierta confusión, frenesí, desacato, enredo, pugnas entre amigos y enemigos, discusiones de bares, anáforas.

Sexo: características biológicas que diferencian a hombres y mujeres.

Género: grupo sexual al que pertenecen las personas desde un punto de vista sociocultural.

Heterosexual: persona atraída por personas del sexo opuesto.

Homosexual: persona atraída por personas de su mismo sexo.

Una vez sentadas las bases, veamos qué significa cada inicial de las siglas que van creciendo como el alfabeto, en un proceso adaptativo similar al de las fanerógamas o al de los filólogos.

Lesbiana: mujer atraída por mujeres.

Gay: hombre atraído por hombres.

Transgénero: persona que no se identifica con el género con que nació. Su contrario es cisgénero.

Bisexual: persona atraída por hombres y mujeres.

Intersexual: persona con características físicas masculinas y femeninas.

Queer: persona con género no normativo, que rechaza las clasificaciones.

“+” incluye el resto de opciones, como:

Asexual: persona que no se siente atraída por ningún género.

Polisexual: persona atraída por más de un género.

Pansexual: persona atraída por cualquier género.

No binario: persona que no se identifica como hombre ni como mujer.

Género fluido: persona cuya identidad de género cambia.

Kink: persona con prácticas sexuales no convencionales o parafilias.

Ya tenemos la definición concreta de cada tendencia. Siguiendo el principio de libertad individual, que nutre ideologías muy diversas, desde el anarquismo hasta el liberalismo, llegamos hasta la concepción retrógrada de la extrema derecha, que niega la existencia del género porque siguen los dictados de sus inspiradores judeocristianos.

Aquí nos quedamos con el bienintencionado trasiego de la nueva izquierda, que incluye a todas las identidades de género, como no puede ser de otra manera. Los que defienden el pasado claman exigiendo que las cosas sean como antes, claro: un universo generado por la inteligencia suprema en el que se iguala la biología con el creacionismo.

Así, las feministas clásicas, poniendo el grito en el cielo porque se defienden los derechos de las personas transgénero, por ejemplo; así, los progresistas paniaguados del siglo anterior, enervados porque sus estructuras mentales no aceptan nuevos postulados; así, los conservadores de toda la vida, que se sienten torturados por el avance inexorable de las costumbres, e intentan imponer las que les hacen sentir cómodos.

Parece que en el asunto de la identidad sexual hay legiones de humanos, preferentemente varones heterosexuales, que no aceptan que cada cual debería poder sentirse como quiera, hacer lo que le dé la gana con los demás, siempre que sea consensuado, y vivir a su modo. Como en todos los temas que conciernen a la elección íntima, siempre hay quienes se sienten obligados a opinar sobre el resto, e incluso a obligar, cuando lo ideal sería que nos dejásemos en paz todos.

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