¡Demonios!

Los demonios son los ángeles caídos, según la tradición judeocristiana. Se trata del grupo de más de 200 ángeles que siguieron al antiguo querubín Lucifer, luego Satanás, en su rebelión contra Dios, que les exilió en el infierno.

Satanás, Satán para los amigos, es el Diablo por excelencia, y el resto son los diablos o demonios subalternos que nos ocupan. Al igual que en el paraíso, donde Dios es el capitán general de sus ejércitos y los arcángeles son sus generales, en el infierno hay una serie de categorías de demonios, que se han ido especializando en sus labores.

Así, Mefistófeles (al que a veces se identifica con Satanás) es un demonio subordinado encargado de capturar almas para el infierno. Su víctima más célebre es Fausto.

Los siete pecados capitales están asociados a otros tantos demonios, llamados los siete príncipes del infierno. El jefe encabeza la lista: Lucifer/soberbia; le siguen Belcebú/gula, Amón/ira, Leviatán/envidia, Mammón/avaricia, Belfegor/pereza y Asmodeo/lujuria. Detengámonos en estos seis últimos.

Belcebú, “el señor de las moscas”, es el causante de las enfermedades. Antiguo querubín como Lucifer, fue su lugarteniente en el golpe de Estado fallido. Su gran enemigo es san Francisco de Asís.

Amón, “aquel que induce al asesinato” es quien proporciona el impulso sanguinario a los soldados en las guerras. Su título aristocrático es de marqués.

Leviatán, antiguo serafín seguidor de Lucifer y el tercero en importancia tras Belcebú, acabó convertido en un monstruo marino. Patrocina las herejías y lucha contra san Pedro. Hobbes dio su nombre al Estado absoluto. En la novela Moby Dick se asocia al cetáceo con él.

Mammón, antiguo querubín seguidor de Lucifer, es la personificación del materialismo. Se le asocia al deseo de riquezas.

Belfegor es el patrón de los misántropos, a los que insufla el escepticismo sobre la naturaleza humana. Promueve el pesimismo y la vagancia.

Asmodeo, “príncipe de la lujuria”, antiguo serafín seguidor de Lucifer, fue engañado por Salomón para ayudarle a construir su templo. Patrocina las salas de juego y su oponente es san Juan Bautista. También es llamado “el diablo cojuelo” a causa de la rotura de su pierna al caer del cielo.

Otros demonios de rasgos y rangos relevantes:

Astaroth había sido el príncipe de los tronos, tercer tipo de ángeles tras los serafines y querubines, antes de secundar la rebelión de Lucifer. Intenta dotar al ser humano de racionalidad. Su oponente es san Bartolomé.

Behemoth es un diablo en forma de monstruo terrestre que se suele emparejar con Leviatán, el monstruo marino. El destino de ambos es luchar entre sí en el fin de los tiempos, hasta que Dios los mate a los dos. Supervisa los banquetes en el infierno.

Balberith es un demonio de segundo orden, seguidor de Lucifer, que ejerce de maestro de ceremonias y secretario en el infierno. Se opone a san Bernabé. Como casi todos sus compañeros de armas, fue adorado como un dios en las religiones de Oriente Medio.

Un íncubo es un demonio con forma masculina, y un súcubo con forma femenina. Ambos seducen a sus víctimas humanas mientras duermen. Un cambión es el hijo de un humano con un demonio. Al llegar a la edad adulta se suelen dedicar a la magia, como en el caso de Merlín.

Lilith, la primera mujer antes que Eva, es considerada a veces una diablesa, aunque no tiene origen angélico al haber sido creada humana. Las súcubos lilim son sus hijas con Asmodeo, o bien con Samael, un arcángel caído según algunas tradiciones. Por su parte, Abrahel es la reina de los súcubos.

Existen innumerables demonios más, aunque son de categoría inferior. Algunos de sus nombres son Abigor, Agares, Alocer, Araziel, Azazel, Balan, Eligos, Malphas, Pruslas, Sabnock, Tephros, Titivillus, Xaphan, Zagar o Zepar.

Los demonios también han tenido su presencia en otras tradiciones religiosas, como las citadas de Oriente Medio, las hinduistas o las grecolatinas. La versión recogida aquí es una trasposición de la eterna contienda entre el poder y la rebelión, que sospechosamente siempre identifica al primero con el bien y a la segunda con el mal. Será que el relato es narrado por los vencedores, y sobre todo, como decía Sartre, que el infierno son los otros.

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