La tortura política en España
La tortura es el acto de infligir dolor para dar castigo. En
el caso de la tortura política, se trata del proceso sádico para obtener
información. Es una costumbre arraigada en todos los Estados, sean o no
nominalmente democráticos, y se aplica desde tiempos inmemoriales hasta
nuestros días.
Ya en tiempos de los romanos se hablaba de quaestio, es decir, “el tormento del
cuerpo para obtener la verdad”. Durante la Edad Media se instituyó la ordalía o
juicio de Dios, consistente en dictaminar la inocencia o culpabilidad mediante
tortura. Si el damnificado sobrevivía, “Dios” lo consideraba inocente. De ahí
la expresión “poner la mano en el fuego”.
En 1975 la ONU aprobó la “Declaración contra la tortura”,
que la definió como “acto por el que se inflige intencionadamente un intenso
dolor o sufrimiento, físico o mental, por un funcionario público a una persona,
para obtener de ella una información”. En 1987 se promulgó la “Convención
contra la tortura”, que han firmado la mayoría de países del mundo, incluido
España, sin ningún resultado práctico.
Es evidente que bajo tortura, la víctima puede dar los datos
que más convengan a los torturadores, sean reales o falsos. En todo caso, su
eficacia para los fines previstos ha sido demostrada a través de la historia,
puesto que se sigue practicando, con resultados satisfactorios para los poderes
que lo aplican.
Los argumentos filosóficos a favor de la tortura la
legitiman en aras al mantenimiento del sistema social, en circunstancias
especiales “de utilidad necesaria en momentos de crisis extrema”. Sin embargo,
la tortura se aplica en todo momento y en todo lugar, por mucho que la
población no la tenga en su lista de prioridades, ni para bien ni para mal.
Los golpes, la rotura de huesos, los desgarros musculares,
la castración, el aplastamiento, los cortes, las descargas eléctricas, la
desfiguración, las quemaduras, el ahogamiento, la violación, la privación del
sueño o la humillación, son algunas de las prácticas cotidianas de tortura que
se vienen aplicando, de resultas de las cuales sobrevienen secuelas físicas y
psicológicas.
En el caso de España, la tortura fue legal desde el siglo
XIII hasta el XIX, cuando fue formalmente abolida. Desde entonces se aplica la
llamada “tortura extrajudicial”, que sigue siendo la misma, pero sin sustento
legal. Eso no cambia absolutamente nada. Durante la Guerra Civil de 1936-1939,
ambos bandos utilizaron la tortura del adversario, significándose la facción
rebelde, que la convirtió en endémica y de nuevo legal, hasta implantarla de
modo sistemático en el período posterior de la dictadura franquista.
La Brigada Político Social fue la policía secreta del
régimen de Franco. Su función era reprimir el antifranquismo. Estuvo asesorada
por la Gestapo, y crearon una particular geografía del terror, con sus sedes de
tortura en las comisarías de la Puerta del Sol de Madrid, la Vía layetana de
Barcelona, la Gran Vía de Valencia o el paseo de María Agustín de Zaragoza.
Después de la instauración de la monarquía democrática en
España, las torturas siguieron siendo moneda común. Las denuncias se centraron
en el País Vasco, donde los detenidos por supuesta connivencia con el
terrorismo se veían atormentados por las fuerzas de orden público.
Se redactaron tres informes de la ONU sobre tortura en España
entre 2004 y 2009. En ellos se aseguraba que su práctica era “más que
esporádica” y que las medidas de seguridad “no eran eficientes”. También se
solicitaba eliminar el régimen de incomunicación y se pedía la videovigilancia
de los detenidos, prácticas que no se han implementado de modo generalizado. Amnistía
Internacional sigue denunciando la práctica en las comisarías españolas, con
casos concretos de muerte por tortura. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos
ha condenado hasta once veces a España por delitos de tortura entre 1992 y
2021.
En 2023, una red de organizaciones sociales españolas
presentó el Informe Sombra, que denuncia la tortura policial, incidiendo en sus
manifestaciones actuales, como el racismo y la ausencia de un mecanismo de
control independiente. En el caso de las videograbaciones, éstas se borran cada
30 días. En el caso de las evaluaciones clínicas, tardan semanas, con lo que
las secuelas no son detectables.
La tortura en España se sigue practicando, como en el resto
del mundo. Su estatus legal es de prohibición, pero su aplicación continúa. En
los últimos 20 años, se han documentado más de 6.600 casos de tortura en
nuestro país, en eventos concretos en cárceles, desalojo de casas ocupadas o confinamientos
de inmigrantes. La policía española posee hoy unidades de élite especializadas
en torturas. Las bolsas de plástico en la cabeza, los electrodos, la bañera y
otras formas de tortura tradicionales se siguen aplicando en España con los
detenidos. De vez en cuando, policías nacionales, autonómicos y locales son
condenados por torturar.
Queda la reflexión sobre si la tortura es una de las
manifestaciones innatas del género humano, como el asesinato. Es muy posible
que sea así, sumándose a otras como la poesía o el teatro. No por ello dejamos
de creer que una sociedad con menos tortura y asesinato es peor que otra con
más poesía y teatro.
Ver también:
En
España se tortura (Diario Público)
La
tortura política en Zaragoza (El Periódico de Aragón)
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