La noche de los minerales vivientes
La vida surgió a partir de la interacción de compuestos
inorgánicos, sustancias químicas que reaccionaron en presencia de agua por la
acción de una fuente de energía, para formar moléculas orgánicas. Estas son el
constituyente más simple de la vida. A lo largo de millones de años, se fueron
haciendo más complejas y se ensamblaron, dando lugar a los primeros
microorganismos.
Los seres vivos estamos formados por una gran variedad de
moléculas orgánicas. Con ellas construimos nuestras estructuras y obtenemos
energía para los procesos vitales. Pero las moléculas orgánicas por sí mismas
no son consideradas seres vivos. Con algunas de ellas se forma el ADN o las
proteínas, pero ni el ADN ni las proteínas son tampoco considerados algo vivo.
Hasta aquí un breve resumen de la constitución de los
sujetos vivos, como las bacterias o los elefantes. Ahora veamos cómo funcionan
los objetos, como los minerales, que en principio no están vivos.
Mediante la cristalización, los átomos o las moléculas se
disponen en una red rígida y bien definida, para minimizar su estado
energético. Los minerales son cristales naturales, formados por la
incorporación ordenada de moléculas según un patrón de repetición. Esto sucede
por precipitación, cuando el agua se evapora o por el enfriamiento de la roca
fundida.
El proceso es análogo al de la vida: para existir, el
mineral debe ser capaz de nuclearse o nacer y de crecer, nutriéndose de moléculas.
También se relaciona con su ambiente, puesto que responde a la temperatura y a
la presión; y crece irregularmente si se topa con otro mineral. Los minerales,
como los seres vivos, se forman mediante procesos químicos y físicos. Además,
las reacciones químicas tienden a ser cada vez más complejas, dando como resultado
un número creciente de minerales. A este fenómeno se le conoce como evolución
mineral.
¿Cuál es la diferencia entre un organismo vivo y un mineral?
Los seres vivos crecen, necesitan alimento y se reproducen, igual que los
minerales. Pero los minerales no están formados por células, sino por
estructuras moleculares diferentes. Tampoco se reproducen, aunque sí se
propagan. Y por fin, no mueren, aunque en condiciones extremas pueden
extinguirse.
¿Por qué un mineral complejo no puede desarrollar conciencia?
¿Una planta tiene conciencia? Un objeto es, por definición, un elemento inerte,
una cosa, no un organismo. Por ejemplo, un mineral. Pero, ¿son realmente
inertes los minerales, o el agua? Stanislaw Lem propuso en Solaris un océano extraterrestre inteligente.
¿Estamos buscando vida en otros planetas porque creemos que
la vida es sólo lo que llamamos en la Tierra “actividad de los organismos”? ¿Y
si ampliamos nuestras miras y nos damos cuenta por fin de que no hay tanta
diferencia entre los llamados seres vivos y los supuestos seres inertes?
La ciencia ficción es llamada a veces literatura de
anticipación. Nuestra ciencia actual, aún contaminada por los mitos de la
trascendencia y de los dioses, y sin duda antropocéntrica, debe despojarse de
esas losas. Y quizás dejar de diferenciar los elementos de nuestro mundo
físico, el único existente, entre vivos e inertes. Nada más orgánico que un
volcán o un terremoto. Y a pequeña escala y más lenta, nada más vivo que la
cristalización de un mineral, comparable al crecimiento de una secuoya
milenaria.
Ramón Gómez de la Serna propuso la creación de la Sociedad
Protectora de las Cosas, atribuyéndoles un rango equivalente al de los
animales. Ni sus humorísticas elucubraciones poéticas ni las mías deben
confundirse con la paraciencia, tan en boga. En su seno alberga creencias sobre
gemas curativas, cosas que se mueven solas o una diosa que decide actuar por su
cuenta de vez en cuando, llamada Madre Naturaleza.
El filósofo inglés Keith Frankish, estudioso de la
conciencia, pone el ejemplo de los electrones para seguir tirando del hilo que
desenrede nuestra madeja divagatoria. Una partícula subatómica no es sólo la
suma de propensiones a ciertos comportamientos, sino que posee unas propiedades
intrínsecas para comportarse como lo hace. Así, un electrón tiene masa y carga:
con la primera, resiste la aceleración; con la segunda, responde a los campos
electromagnéticos.
En fin, que la realidad física alberga distintas formas,
sean orgánicas o inorgánicas, constituidas todas a partir de partículas
subatómicas, que al reunirse dan lugar a rocas, lagos, arbustos, peces, humanos
y galaxias. Un proceso semejante para todo lo que existe, lo que no quiere
decir que confundamos la mecánica con la voluntad, pero resulta un juego literario
apasionante.
¡Seres todos vivos, con conciencia o sin ella, con ciencia o paraciencia, voluntarios o no! ¡Bravo!
ResponderEliminar¡La ficción de los relojes y los calendarios...! No tiene prisa: ¡Genial!
ResponderEliminarDe nada, un placer.
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