La Inteligencia Artificial y sus cosas

Dicen que la Inteligencia Artificial es en realidad una máquina de producir plagios. O sea, que los textos, las imágenes y todo lo que generan esos robots tan listos es un pastiche de cosas ya creadas antes. Es la tesis del lingüista anarquista Noam Chomsky.

Yo no puedo estar más de acuerdo. De hecho, cuando elaboré hace un cuarto de siglo una lista de películas basadas en las obras de Shakespeare, encontré para introducirla una cita de Orson Welles, que dice que el ser humano actual sólo está reelaborando todo el patrimonio cultural anterior.

Respecto a esto último, tengo un amigo que disiente. Él cree en la creación original, en una especie de génesis cotidiano, o lo que vendría a ser, según lo veo yo, cocinar una tortilla sin huevos.

Yéndonos por los cerros de Úbeda, gracias a la física cuántica sabemos que el vacío es un campo sin partículas, en el que sin embargo se producen las fluctuaciones cuánticas, que consisten en la aparición fugaz de partículas y antipartículas que se desintegran entre sí. Quiero decir que en la naturaleza se produce la creación a partir de la nada, lo que daría la razón a mi amigo. Pero la experiencia corriente no es cuántica.

Para mí, que la Inteligencia Artificial aproveche lo que otros han generado antes es algo que la hace más humana. Pero quién mejor que ella misma para confirmar o desmentir esta acusación. Le doy la palabra:

La Inteligencia Artificial (IA) no es simplemente una máquina de producir plagios. La IA es un campo de estudio que se enfoca en desarrollar sistemas y algoritmos capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana. Estos sistemas pueden aprender, razonar, reconocer patrones y tomar decisiones basadas en datos.

Es cierto que existen casos en los que la IA puede ser utilizada para generar contenido similar a otros textos existentes. Por ejemplo, hay modelos de lenguaje como ChatGPT que pueden generar texto basado en ejemplos anteriores. Sin embargo, es importante destacar que el uso de la IA no se limita a la generación de plagios. La IA tiene aplicaciones en diversos campos, como la medicina, la industria, la educación y la investigación científica, entre otros.

Además, es fundamental tener en cuenta que el uso de la IA y la generación de contenido ético y original dependen de cómo se implemente y se utilice. Las decisiones éticas y legales en el uso de la IA son temas importantes que deben ser considerados para garantizar su uso responsable y beneficioso para la sociedad.

Aunque me fastidia su estilo de redacción, tan frío y normativo, a mí me parece un resumen impecable del asunto. Mientras tanto, las dos grandes preocupaciones respecto a esta tecnología son la desaparición de puestos de trabajo y la desinformación a gran escala.

Cuando apareció el ferrocarril, los negocios de las diligencias se fueron al carajo y comenzaron las muertes por atropello de trenes. Cuando se popularizó internet, dejaron de venderse enciclopedias y los estafadores encontraron un nuevo medio para ejercer. Ahora, con el auge de la Inteligencia Artificial, vuelven a sonar las trompetas del apocalipsis. Pero igual que nadie se opone hoy al ferrocarril como medio de transporte y casi nadie a internet como medio de información, en unos años veremos cómo la generación automática de contenidos es una herramienta más de la vida cotidiana.

Todo ello excepto si suceden las previsiones más pesimistas, y la Inteligencia Artificial cumple con su condición de amenaza para la Humanidad, en cuyo caso se sumará al cambio climático como posible causa de nuestra extinción. Curiosamente, ambas nacidas del seno de la especie que destruirían.

Mientras tanto, los diseñadores de contenidos ya están echando mano de este utensilio y trabajan menos rato. Chúpate esa.

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