La fábrica de nada
“Un espectro acecha a Europa. El espectro de su final. Si la
modernidad medía todo por el atraso arcaico del que pretendía arrancarnos, de
ahora en adelante todo será medido por su inminente colapso. La crisis actual,
permanente y omnilateral, ya no es la crisis clásica, un momento decisivo. Por
el contrario, es un fin sin fin, Apocalipsis sostenible, suspensión indefinida,
eficaz aplazamiento del hundimiento colectivo. Y dado esto, un estado de
excepción permanente.
Hace 200 años, las élites de Europa y sus colonias aceptaron
con los brazos abiertos el fin de la esclavitud. Ello se debió a que el
capitalismo comenzó a ofrecer una abundancia de mano de obra mucho más barata y
cualificada: millones de seres humanos dispuestos a regalar una parte importante
del tiempo de sus vidas para acceder a la libertad de comprar cosas. Pero hoy,
cuando un trágico excedente de trabajadores inunda las fronteras europeas -lo
que se ha convertido en una catástrofe humanitaria sin precedentes-, el motor
fundamental del capitalismo, el trabajo humano, se mire donde se mire, se está
volviendo insostenible y obsoleto.
La beneficencia social murió el día en que cayó el muro de
Berlín. Porque la beneficencia estatal, como el New Deal, fue una actitud
ideológica, para responder al llamado bloque soviético. Con el llamado bloque
soviético desaparecido, ya no hay ninguna utilidad en frotar pomada en el trasero
de los pobres. La sociedad tendrá miles de personas marginadas, y trabajará a
tres velocidades: la gente que está arriba en la estratosfera, una clase media
de consumidores para mantener la máquina funcionando, y el resto aguas
residuales”.
La fábrica de nada,
película portuguesa de Pedro Pinho, 2017.
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