Salvador Dalí y la estación de Perpiñán


En 1955, molesto por los trámites y tasas aduaneras que tenía que verificar para enviar sus obras a Nueva York y París en la estación ferroviaria de su Figueras natal, Salvador Dalí decidió arreglar el asunto desde la estación de Perpiñán, al sur de Francia. Se refería a ella como "el centro cósmico del Universo". En su autobiografía megalómana Diario de un genio (1964), que abarca entre 1952 y 1964, apuntaba el 19 de septiembre de 1963:

Siempre es en la estación de Perpiñán, en el momento en que Gala procede a facturar mis cuadros, que nos siguen en tren, cuando me asaltan las ideas más geniales de mi vida. Ya unos kilómetros antes, en Le Boulou, mi cerebro empieza a ponerse en movimiento, pero la llegada a la estación de Perpiñán me provoca una auténtica eyaculación mental que alcanza entonces su máxima y sublime cota especulativa. Permanezco largo tiempo en estas alturas, y siempre me verán con los ojos en blanco durante esta eyaculación. Hacia Lyon, sin embargo, esta tensión empieza a disminuir, y llego a París completamente apaciguado por los fantasmas gastronómicos de la ruta: Pic, en Valence, y M. Dumaine en Saulieu. Mi cerebro regresa a su normalidad, aunque sin dejar de ser genial, como el lector hará bien en recordar. Pues bien, en este 19 de septiembre, experimenté en la estación de Perpiñán una especie de éxtasis cosmogónico más fuerte e intenso que los anteriores. Tuve una visión exacta de la constitución del Universo. El Universo, que es una de las cosas más limitadas que existen, sería, guardadas todas las proporciones, parecido por su estructura a la estación de Perpiñán, con casi la única diferencia de que allí donde se encuentra la taquilla habría, en el Universo, esa escultura enigmática cuya reproducción me intrigaba desde hace varios días. 

En sus declaraciones recogidas en Confesiones inconfesables (1973), Dalí afirmaba:

Así, desde hace años, la estación de Perpiñán es para mí un manantial de inspiraciones, una catedral de intuiciones. Me he dicho durante mucho tiempo que el genio, para afirmarse, necesita un lugar trivial. El Partenón o las cataratas del Niágara son lugares demasiado solemnes y los mejores compañeros de la iluminación son lo absurdo y lo anodino. La memoria de lo inconsciente no deja filtrar sus mensajes más que en los instantes de vacuidad del espíritu, y los water-closets son unos lugares ideales para alcanzar un estado de gracia excepcional, que bien valen lo que la estación de Perpiñán.

El 17 de noviembre de 1964, una nueva inspiración sobrevino a Dalí en el centro de la estación de Perpiñán: la posibilidad de pintar al óleo con la tercera dimensión, mediante estereoscopía. Se hallaba en los últimos años de su quinta etapa, la del misticismo nuclear (1949-1966), previa a su decadencia. 


Se puso manos a la obra y pintó su cuadro La estación de Perpiñán (1965). En él vemos de fondo a Cristo en la cruz, y al propio Dalí en el centro y en la parte superior, con un vagón de tren en la estación, entre sus dos apariciones. También están representadas las figuras del Ángelus de Millet, otra de las constantes dalinianas. Cruzan el cuadro cuatro rayos. Abajo, Gala contempla la escena, ante el mar de Cadaqués. Éste es el título que puso el autor a su cuadro: 

Gala mirando a Dalí en un estado de antigravitación en su obra de arte "Pop-Op-Yes-Yes-Pompier", en la que se pueden contemplar a los dos personajes angustiados de “El Ángelus” de Millet, en un estado de hibernación atávico, de pie en un cielo que puede estallar de repente en una gigantesca cruz de Malta justo en el corazón de la estación de tren de Perpiñán, donde el universo entero debe converger.

El viernes 27 de agosto de 1965, Dalí llegó con Gala en un tren especial a la estación de Perpiñán para declararla oficialmente el "Centro del mundo". Luego dieron un paseo en calesa por la ciudad. Los Amics dels museus Dalí instalaron un pequeño monolito frente a la entrada en 2015, 50 años después. Sobre el reloj del edificio se había colocado unos años antes una escultura representando al pintor en su cuadro, que luce hoy en la plaza de Cataluña de Perpiñán, mirando hacia la estación.





Por otro lado, en el techo del vestíbulo de la estación se puede contemplar una reproducción difuminada del cuadro, como elemento decorativo. Y detrás del complejo ferroviario se levanta un gran centro comercial desde 2010, llamado El Centre del Mon, que incluye un hotel del mismo nombre. 

Además, ese lugar del planeta es, nada menos, el ancla que sujeta Europa de la deriva continental, como afirmaba el pintor en su artículo Inmortalidad del imperialismo genético (1972):

La estación de Perpiñán, en el momento de la formación del golfo de Vizcaya, estacionó Europa, obligando a la deriva de los continentes a girar sobre el Polo Norte alrededor de la Península Ibérica y granítica.

Todas estas elucubraciones acabaron confluyendo en 1983 con la Teoría de las catástrofes de René Thom, como puede consultarse aquí. En una entrevista concedida a la revista Época (29-4-1985), Dalí comentaba:

Desde hace muchos años (y la cosa sigue sucediéndome), siempre que contemplo el mapa de Europa mi dedo índice se lanza instintivamente y se fija en un punto concreto entre las ciudades de Salles y Narbona. Partiendo de esta experiencia reveladora, siempre he afirmado que las fuerzas tectónicas que sostuvieron a Europa, cuando se produjo la disgregación de los continentes, actuaron en esa concreta zona. Muchos lo tomaron a broma hasta que Thom, uno de los grandes matemáticos contemporáneos, ha venido a darme la razón situando el lugar exacto en Perpignan.

Una conocida ruta por los lugares dalinianos incluye Figueras, con su teatro museo, Portlligat con su casa museo, y Púbol con su castillo. Pero también Perpiñán es un punto imprescindible para completar el periplo. 



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