Los Sueños de Quevedo


Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de los autores más importantes de la literatura universal. Pero no por su hondura intelectual, sino por su ingenio y su dominio absoluto del castellano. Se trata del primer nombre de una lista de escritores de esas características, que continúa con Valle-Inclán y Gómez de la Serna, y termina con Francisco Umbral. Precisamente de este último son estas líneas:

Quevedo, altar barroco, estropicio genial, punta de espada, caballo de pica, España en juramentos, legislador de Dios y de los putos, eterno en meretrices, grande de sí mismo. Quevedo no da facilidades, es irreductible en cada línea, literatura y violencia en estado puro y síntesis metafórica. Cervantes, más prudente, reserva los tacos para Panza. Quevedo los asume todos, recauda, pronuncia, escribe con fulguración literaria y hasta metafísica la blasfemia variada, sorda y permanente del pueblo español.

Sueños y discursos es un volumen de cinco relatos satíricos en los que el autor carga contra la sociedad de su época, a la manera de Luciano de Samosata. Se han calificado de filosóficos, pero no pasan de ser humoradas moralistas. Son especialmente ingeniosos los prólogos a cada texto. Fueron publicados en su tiempo en dos principales versiones:

- Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños, en todos los oficios y estados del mundo (1627).
- Juguetes de la niñez y travesuras de ingenio (1631). Versión expurgada para su aprobación por la censura, añadiendo otros textos breves. El nuevo título alude a la temprana edad en su composición.

1. Sueño del juicio final, 1605 (El sueño de las calaveras en 1631)
El autor sueña que asiste a la resurrección de los muertos y al juicio final. Todo ello le sirve para hacer chanzas de distintos tipos humanos y profesiones. El texto, escrito por Quevedo a sus 25 años, es el primero que trata el juicio final de un modo literario, además de jocoso.

2. El alguacil endemoniado, 1607 (El alguacil alguacilado en 1631)
Quevedo entra en una iglesia, donde el sacerdote se dispone a exorcizar a un alguacil. El escritor conversa con el diablo que posee al funcionario. El diablo cuenta cómo es el infierno y quiénes van a él, haciendo discursos morales, en un juego de inversión.

3. Sueño del infierno, 1608 (Las zahúrdas de Plutón en 1631)
En este sueño, parodia de la Divina Comedia, Quevedo ve el cruce de caminos que se bifurcan, al cielo y al infierno. Toma el del infierno y narra los personajes que allí ve, muchos de ellos grupos enteros de algunas profesiones, como los sastres. Se ofrece una lista de herejías. Entre los condenados, Judas, Mahoma y Lutero. Es el capítulo más rico de la obra.

4. El mundo por de dentro, 1612
Un anciano, personificación del desengaño, acompaña a Quevedo en su visita onírica por la calle mayor del mundo, en la que se encuentran personajes que le sirven para descubrir la hipocresía humana y la realidad que encubre.

5. Sueño de la muerte, 1621 (Visita de los chistes en 1631)
Desfile de difuntos que comienza con los médicos, causantes de la muerte según el autor, y continúa, guiado por la Muerte, con alguna consideración moral y una lista de personajes nombrados en dichos y refranes, con los que se hacen chistes ligeros y divagaciones morales.

La lectura de este libro se puede completar con:

1. Discurso de todos los diablos, o infierno emendado, 1628 (El entremetido y la dueña y el soplón en 1631)
También titulado El peor escondrijo de la muerte, se incluyó en la edición de 1631. Consiste en otra bajada a los infiernos, donde esta vez predominan los personajes históricos 
(César, Calígula...), más que las caricaturas de oficios. Más político que los anteriores Sueños y discursos.

2. La hora de todos y la fortuna con seso (publicado póstumamente en 1650)
Nueva sátira moral, en la que se produce un concilio de los dioses clásicos. Júpiter, tras escuchar a la Fortuna, decide dar una hora de libre albedrío a los humanos, presentados en cuarenta cuadros de otros tantos arquetipos. Incluida en alguna edición de los Sueños y discursos, constituye la confirmación rotunda del descreimiento de un Quevedo ya maduro.

3. Las llamadas Obras jocosas u Obras burlescas, recopilación de escritos breves de juventud del autor. Entre ellos, varios incluidos en la edición de 1631, como las Cartas del Caballero de la Tenaza.


(La imagen de encabezamiento es el cuadro Lutero: asunto tomado de un sueño del infierno de Quevedo (1858), de Francisco Sans Cabot). 

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