Parejas y ciudades
Groucho Marx vive en La Habana con Cleopatra. Ella se
suicida mientras él le cuenta chistes y las olas rompen contra el malecón,
sabedoras de que el ingenio data de la antigüedad y que un bigote no es más que
una serpiente paralítica en cuyos colmillos está escrita la supervivencia.
Sócrates vive en San Sebastián con Remedios Varo. Ella pinta los delirios de la
mente mientras él marca un antes y un después en la visión del mundo, ungidos por
el cantábrico paisaje inigualable que licúa el cerebro y la filosofía, al son
del chasquido de las conchas de los bígaros.
Ramón Gómez de la Serna vive en Praga con Chrissie Hynde. Ella escupe con
gracia la música de la rabia mientras él intuye la vanguardia, en la ciudad continental
de la belleza interior de la zozobra y el humor, la pretensión de la metáfora
kafkiana del Golem.
Bob Dylan vive en Moscú con Brigitte Bardot. Ella despliega sus alas sensuales
mientras él mecanografía el siglo XX, a la sombra de las cúpulas doradas de la
revolución, hambre de amor y de justicia, de desencanto y primor, con el ritmo de
la vitalidad de la tristeza.
Charles Darwin vive en Córdoba con Virginia Woolf. Ella es todas las mujeres de
la modernidad mientras él desentraña los mecanismos del pasado, en los patios
andaluces de la cultura ancestral, del tiempo, el implacable, de la
transformación como flecha unidireccional.
Al Pacino vive en París con Valentina Tereshkova. Ella surca el firmamento
mientras él declama con sus ojos la verdad del ser humano en la capital del
pecado original, del cuerpo como nueva visión del universo, de la conquista del
espacio a través de la luz.
Nelson Mandela vive en Estocolmo con Mata Hari. Ella baila para los malvados
mientras él abre horizontes de igualdad en la ciudad del mar en calma de la
tercera vía, donde se confunden el bien y el mal, los veleros, el asesinato y
la alta cultura.
Francisco Umbral vive en Estambul con Marilyn Monroe. Ella apabulla un siglo
mientras él redacta la crónica universal de lo local en el Bósforo de la
confluencia de los dos mundos, oriente y occidente, el agua que abrasa y el
fuego que empapa con su frío.
Albert Einstein vive en Dublín con Dolores Ibárruri. Ella defiende con pasión
el sueño igualitario mientras él descubre el futuro en las callejas de las
tabernas y la mordacidad, de la lengua fuera y el luchar contra el viento, los
exilios y la inmensidad.
Ramón del Valle-Inclán vive en Pekín con Hipatia de Alejandría. Ella despliega
su inteligencia científica mientras él denuncia la mendacidad en la capital del
nuevo imperio, el de la pólvora y la sabiduría, la literatura y el opio del
pueblo.
Woody Allen vive en Belgrado con Aretha Franklin. Ella se desgañita implorando
libertad mientras él desentraña con tino al burgués en el epicentro de la
convulsión, el estómago mordaz del desconsuelo despreocupado y vivaz, atacado
por todos los flancos.
René Goscinny vive en Cádiz con Rigoberta Menchú. Ella defiende los derechos de
las minorías mientras él escribe las mejores páginas del cómic en la ciudad de
los barcos azules, espejo de un Caribe que ahora y siempre resiste al invasor.
Francisco de Goya vive en Nápoles con Lauren Bacall. Ella personifica la
elegancia mientras él pinta las dos caras de la vida en el epicentro volcánico
del caos mediterráneo, que desenvuelve abril con sonrisa burlona.
Vladimir Lenin vive en Nueva York con Dora Carrington. Ella frecuenta el
círculo que engendró el hoy mientras él organiza la vuelta de la tortilla,
entre los rascacielos del poder y la gloria, sin las ataduras del agro ni de
las antiguas convenciones.
Leonardo da Vinci vive en Toulouse con Audrey Hepburn. Ella desarma con su
sonrisa mientras él pone orden en el caos, en esa Francia interior, republicana
y acogedora, que consigue empastar alegría e ingeniería, aviones angélicos de
brazos blancos y cinematecas.
Orson Welles vive en Oporto con Simone de Beauvoir. Ella marca el camino de la
existencia femenina mientras él reinventa el cine, en el bello puerto británico
del vino portugués donde todo es posible, desde el contrapicado de la angustia
al teatro clásico de los puentes de metal.
William Shakespeare vive en Ámsterdam con Rosa Luxemburgo. Ella difunde la esperanza
europea mientras él escribe una nueva Biblia entre canales y humo de cannabis, fluyendo
de sus sangres de tinta la reivindicación de lo veraz.
Joan Manuel Serrat vive en Bruselas con Scarlett Johansson. Ella paraliza con
su boca a millones de varones mientras él canaliza el alma de España en la
belleza marrón de las calles de Occidente, sus cuatro labios pegados por las
tonadas perfectas y los pómulos azucarados.
Jean-Jacques Rousseau vive en Venecia con Patti Smith. Ella recrea la noche con
su voz y su actitud mientras él señala el camino del progreso en la
demostración de la belleza de la decadencia, arrullados por gondoleros que
glosan la bondad originaria de la contracultura.
Luis Buñuel vive en Oslo con Marie Curie. Ella deletrea enfermiza la palabra
investigación mientras él desentraña las entrañas de lo humano en la gélida
amanecida del hielo verde del norte magnético, nuclear y contradictorio como la
vida y los sueños.
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