Antifascismo 2025
Para saber de qué hablamos si decimos antifascismo, hay que definir contra qué argüimos. El fascismo es una forma de ver la vida, ideológica y cultural, en la que se defienden conceptos como la patria, la raza y el militarismo, que se oponen a la igualdad social y a la democracia. Su forma de proceder es la violencia contra el diferente, y reniegan de toda idea de justicia emanada del espíritu de la revolución francesa.
Su forma de gobierno es la dictadura y su ideario siempre
incluye la eliminación o expulsión de los débiles, disfrazado de xenofobia o de
darwinismo social. Siempre están del lado de los oligopolios y se financian
mediante las empresas de los poderosos. El fascismo es la herramienta que
utiliza el capitalismo cuando se ve amenazado por ideologías que ponen en
peligro los privilegios de los que detentan el poder de facto.
El antifascismo aúna, o debería, al conjunto de personas y
entidades que no están de acuerdo con los postulados de la extrema derecha.
Históricamente agrupó a los liberales, los socialdemócratas, los comunistas y
los anarquistas. Hoy en día, el vocablo se utiliza exclusivamente en los grupos
residuales de la extrema izquierda, cuando tendría un sentido moderno
inequívoco, dado el auge de sus tesis afines en todo el mundo.
De un cuarto de siglo para acá, el fascismo está
infiltrándose en los sistemas democráticos liberales de Europa y el resto del
mundo, debido al terrible error de legalizar formaciones ultraderechistas, que
no deberían tener cabida en esos regímenes. La tolerancia cero hacia el
fascismo brilla por su ausencia por la connivencia de los partidos
conservadores y también por la interpretación errónea de las leyes electorales
por parte de los socialdemócratas, comunistas y afines.
El antifascismo debería ser, en nuestros días, una consigna
común de los que se dicen demócratas. Sin embargo, la tolerancia con los
intolerantes es el pan nuestro de cada día. Se les permite presentarse a las elecciones,
participar en los debates electorales, tomar la palabra en los parlamentos… Y,
lo que es más grave aún, legislar con sus presupuestos antihumanistas,
negacionistas y belicistas en los organismos que deciden las vidas de los
ciudadanos.
Cuando el fascismo se hermana con algunas religiones, da
como resultado proyectos monstruosos como en el caso del nacionalcatolicismo
español y su extrema capacidad opresiva en la vida cotidiana, el islamofascismo
de numerosos grupos opresores como los Hermanos Musulmanes o Hamás, o el
fascismo israelí colonial y genocida que imita las políticas nazis que
exterminaron al pueblo judío, al que dicen representar los sionistas de extrema
derecha.
Antifascismo global sería el que se opone a las políticas contemporáneas
de Rusia, con Vladimir Putin al frente, el nombrado por Boris Yeltsin sucesor
de la transformación social del comunismo al fascismo ruso actual. Reducción de
la libertad de expresión, censura en los medios, supresión de instituciones
democráticas, aumento de fuerzas de seguridad, represión y políticas
ultraconservadoras en materia de igualdad y derechos humanos.
El conflicto entre Rusia y Ucrania también ha puesto sobre
la mesa las connotaciones fascistas de la élite actual en el poder de Ucrania.
El vuelco de 2014, con la llegada de neofascistas a las instituciones apoyados
por grupos paramilitares nazis financiados por los Estados Unidos, llevó al
intento ruso de invasión, en un conflicto que prosigue donde se hace difícil
distinguir algún demócrata.
Italia, Polonia, Hungría, Estados Unidos, Argentina y un
ramillete de países consolidados están hoy en manos de fascistas. El
antifascismo debería ser la palabra clave para pergeñar un proyecto global que
erradicase a toda esta legión de indeseables que pretenden convertir el mundo
en un campo de concentración.
El gran desafío antifascista es hacer llegar a las masas que
las políticas demócratas son las correctas. Eso no se puede realizar de otro
modo que legislando a favor de esas masas, asegurando un equilibrio progresivo.
Los partidos conservadores no están por ello. Los liberales y socialdemócratas,
cada vez más difíciles de diferenciar, tampoco. Lo único que queda para
intentar arreglar la catástrofe son los partidos de izquierda, ya sean
comunistas, comunitarios o comunes, neotrotskistas, socialistas o municipalistas.
La mala noticia es que no existe una conciencia antifascista
compartida entre la sopa de siglas a la izquierda de los socialdemócratas
adocenados. La historia nos enseña que los revolucionarios se pierden en
discusiones sobre el sexo de los ángeles, mientras los fascistas tienen claro
que los ángeles son ellos y existen para preservar la pureza de la raza
angélica y eliminar al disidente.
El único antídoto posible ante el fascismo es el
antifascismo. Y eso quiere decir que todos los partidos políticos democráticos
deberían hacer un frente común contra los partidos fascistas. Una estrategia
que debería pasar por legislar sin temor, avanzando en medidas sociales,
igualitarias, de justicia social, de derechos laborales, de refuerzo de lo
público, de asistencia a los marginados, de confrontación con la chulería
televisada de los portavoces asquerosos de la violencia, la exclusión y el
discurso del odio contra el diferente. Antifascismo contra el fascismo.
Anexo: decálogo de acciones
de la ultraderecha fascista en la historia actual que ponen en peligro las
libertades, los derechos y las conquistas de la izquierda. Con la inestimable
ayuda de Gemini.
Discurso de odio y
demonización: Utilizan retóricas que deshumanizan a minorías
(inmigrantes, grupos LGTBIQ+, disidentes políticos), creando un
"nosotros" versus "ellos" y justificando la discriminación.
Ataques a los
derechos humanos: Cuestionan la universalidad de los derechos humanos,
argumentando que ciertos grupos no los merecen o que colisionan con
"valores nacionales".
Socavamiento del
consenso democrático: Al presentar a sus oponentes políticos no como
rivales legítimos, sino como "enemigos del pueblo" o
"antipatriotas", destruyen la base de respeto mutuo necesaria para el
debate democrático.
Libertad de
expresión: Aunque a menudo se quejan de la "censura" hacia sus
ideas, en el poder, pueden promover leyes que restrinjan la crítica, la
protesta o la disidencia bajo el pretexto de "seguridad" o
"moralidad".
Derechos de las
minorías: Pueden implementar políticas que discriminan a grupos por su
etnia, religión, orientación sexual o género, o incluso revocar derechos ya
establecidos.
Libertad de
asociación: Restringiendo la capacidad de organizaciones civiles,
sindicatos o grupos de la oposición para organizarse y manifestarse.
Proteccionismo y
antimigración: Promueven políticas restrictivas de inmigración y culpan
a los inmigrantes de problemas sociales y económicos.
Revisionismo
histórico: Reinterpretan la historia para glorificar un pasado nacional
idealizado y negar o minimizar los aspectos oscuros (como dictaduras o crímenes
contra la humanidad), lo que puede justificar agendas autoritarias actuales.
Denuncias infundadas
de fraude: Si pierden, a menudo recurren a la acusación sin pruebas de
fraude electoral para deslegitimar los resultados y la propia institución
democrática.
Diseminación de
desinformación: Utilizan redes sociales y medios afines para difundir
bulos y teorías conspirativas que erosionan la confianza en las instituciones,
los medios tradicionales y la ciencia (por ejemplo, sobre el cambio climático o
las vacunas).
Y ya puestos, vamos a
desglosar las posibles medidas antifascistas prácticas contra ese decálogo repugnante,
también con la eficaz aportación de Gemini:
Promover la pluralidad mediática: Fomentar la diversidad de
medios de comunicación y fuentes de información, apoyando medios públicos
fuertes e independientes y protegiendo a los medios privados de la
concentración oligopólica.
Transparencia en la financiación: Establecer normativas
claras sobre la financiación de los medios de comunicación y campañas
publicitarias para evitar la manipulación política.
Alfabetización mediática: Invertir en programas educativos
que enseñen a la ciudadanía a identificar la desinformación, las noticias
falsas y los sesgos mediáticos.
Fortalecer organismos reguladores: Dotar de poder y recursos
a entidades como las agencias anticorrupción, los defensores del pueblo y los
tribunales de cuentas para que puedan fiscalizar eficazmente el poder.
Marco legal claro y
eficaz: Fortalecer las leyes que penalizan la incitación al odio, la discriminación
y la violencia contra grupos vulnerables, asegurando su aplicación rigurosa.
Regulación de
plataformas digitales: Trabajar con plataformas de redes sociales para
que asuman su responsabilidad en la moderación de contenidos de odio y
desinformación, sin limitar la libertad de expresión legítima.
Políticas educativas
inclusivas: Incorporar en los planes de estudio la educación en valores
democráticos, respeto a la diversidad y pensamiento crítico desde edades
tempranas.
Campañas de
sensibilización: Lanzar campañas públicas que promuevan la convivencia,
la empatía y el entendimiento intercultural, destacando los beneficios de una
sociedad plural.
Diálogo intergrupal:
Fomentar espacios de encuentro y diálogo entre diferentes comunidades y grupos
sociales para derribar prejuicios y estereotipos.
Pedagogía
democrática: Explicar los principios fundamentales de la democracia,
como el respeto a la minoría, la rendición de cuentas y la necesidad de
compromiso.
Revisión de leyes
restrictivas: Derogar o modificar leyes que, bajo el pretexto de la
seguridad, limitan indebidamente el derecho a la protesta pacífica y la libertad
de expresión.
Legislación
antidiscriminatoria: Continuar legislando y fortaleciendo las leyes que
protegen a todas las minorías (étnicas, religiosas, LGTBIQ+, etc.) y garantizar
su aplicación efectiva.
Políticas de
igualdad: Promover políticas activas que fomenten la igualdad de
oportunidades y combatan la discriminación en todos los ámbitos de la vida.
Apoyo a
organizaciones civiles: Proteger y fomentar el trabajo de ONGs,
sindicatos, asociaciones y movimientos sociales que actúan como contrapeso al
poder y defienden los derechos ciudadanos.
Facilitar la
participación ciudadana: Crear mecanismos efectivos para que la
ciudadanía pueda participar en la toma de decisiones, más allá del voto
electoral.
Integración
efectiva: Invertir en programas de idioma, empleo y adaptación cultural
que faciliten la integración de los inmigrantes en la sociedad, viéndolos como
un activo.
Promoción del
pensamiento científico: Invertir en educación científica y la
divulgación del conocimiento basado en la evidencia para contrarrestar el
negacionismo y las teorías conspirativas.
Fiscalidad
Progresiva: Implementar sistemas fiscales que graven más a los que más
tienen (rentas altas, grandes fortunas, herencias, beneficios empresariales) y
menos a las rentas bajas y medias, garantizando que el sistema sea realmente
redistributivo.
Lucha contra la
Evasión y Elusión Fiscal: Fortalecer los mecanismos de control y las
leyes para combatir la evasión fiscal de grandes empresas y patrimonios, así
como la elusión a través de paraísos fiscales.
Salario Mínimo
Suficiente y Digno: Establecer y actualizar regularmente un salario
mínimo que asegure unas condiciones de vida dignas y que esté en consonancia
con el coste de vida real.
Sanidad Pública
Universal: Garantizar el acceso a una atención sanitaria de calidad para
toda la ciudadanía, independientemente de su nivel de ingresos o situación
laboral.
Educación Pública de
Calidad: Asegurar una educación pública desde la guardería hasta la
universidad que sea inclusiva, gratuita y de excelencia, equiparando las
oportunidades desde la base. Esto incluye inversión en infraestructura,
personal docente y recursos.
Vivienda Pública y
Social: Desarrollar políticas ambiciosas de vivienda social, control de
alquileres, y facilitar el acceso a una vivienda digna para todos, combatiendo
la especulación inmobiliaria.
Transporte Público y
Accesible: Invertir en redes de transporte público eficientes y
asequibles para garantizar la movilidad y reducir las desigualdades territoriales.
Legislación Laboral
Fuerte: Reforzar los derechos de los trabajadores, promoviendo la
estabilidad laboral, la negociación colectiva, y combatiendo la precariedad y
la temporalidad abusiva.
Reducción de la
Jornada Laboral: Debatir y explorar la reducción de la jornada laboral
para mejorar la conciliación, distribuir el empleo y promover una vida más
plena.
Apoyo a la Economía
Social: Fomentar el cooperativismo y otras formas de economía social y
solidaria que priorizan a las personas sobre el capital.
Pensiones
Suficientes: Asegurar un sistema de pensiones público y sostenible que
garantice jubilaciones dignas.
Rentas Mínimas
Garantizadas: Implementar o reforzar sistemas de renta mínima o ingreso
mínimo vital que cubran las necesidades básicas de aquellos en situación de
pobreza o exclusión social.
Protección del
Desempleo: Garantizar prestaciones por desempleo que permitan una
transición digna y el acceso a la formación para la reinserción laboral.
Transición Ecológica
Justa: Invertir en una transición energética y productiva que genere
empleo verde y no deje a nadie atrás, apoyando a las regiones y trabajadores
afectados por los cambios.
Innovación y
Desarrollo: Dirigir la inversión pública hacia sectores estratégicos que
impulsen la economía, la creación de empleo de calidad y la investigación,
garantizando que los beneficios de la innovación se distribuyan socialmente.
Bueno, pues ya podemos empezar con cosas prácticas que se
pueden ir aplicando para que la extrema derecha y el fascismo no nos pisen los
pies y destruyan los claros avances logrados en el siglo XX (en Occidente). Es probable que
todo esto no se lleve a cabo, pero se trata de la única manera de frenar a los
fascistas hoy por hoy. Antifascismo 2025.
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