Asesinos


Estoy hasta las narices de escuchar a mi alrededor la cantinela antivacunas. Es increíble la cantidad de ignorantes que afloran desde todas partes. Más les valdría a los responsables electos poner en marcha todo su poder para machacar a la población con campañas que evidenciasen la retahíla de sufrimiento y muertes, con pelos y señales.

Eso mismo se hace cada vez que muere un solo niño en un pozo, cada vez que desaparece una sola adolescente: durante semanas todos los medios de comunicación cuentan cada detalle morboso, cada insignificancia.

Se desencadena una epidemia en todo el mundo. Mueren dos millones de personas. Se logran crear y distribuir las vacunas, único remedio para la masacre, y a mucha gente sólo se le ocurre mostrar su amargura por las restricciones provisionales que se implementan para evitar más contagios. Y el colmo de la imbecilidad indecente es la negación: primero de la tragedia y después de su remedio.

Estoy rodeado de inconscientes, y eso está bien cuando se trata de opciones de diversión individuales. Pero proclamar con ínfulas de enteradillos tantas atrocidades idiotas, que lo único que consiguen es perpetuar la muerte, les convierte en asesinos.

Es enero de 2021. La población no es mejor ni peor que hace 100 años. Pero la capacidad de hacer daño es enorme en una situación de crisis sanitaria como ésta. Las masas se mueven por el miedo, y cuando lo hacen, lo que da miedo son las masas.

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