Microhistoria del progreso


Ahora que en el Gobierno de España hay una coalición, en la que confluyen dos grupos ideológicos, se está reproduciendo a pequeña escala la historia de los avances políticos. Los partidos más a la izquierda han reivindicado tradicionalmente asuntos que, tiempo después, ha sido convertidos en ley y admitidos de manera general.

Así, la progresiva igualdad de derechos de la mujer, el divorcio, el aborto, la eutanasia, las medidas ambientales… Reivindicaciones que, poco a poco, pasan de radicales a sensatas.

Eso es lo que sucede estos días de confinamiento con las medidas gubernamentales. Las peticiones del ala izquierdista del Gabinete tardan una o dos semanas en ser aplicadas para, por un lado, frenar el avance del coronavirus, y por otro, que las repercusiones de la crisis sanitaria golpeen lo menos posible a las capas más humildes.

Esto ha ocurrido con las sucesivas modificaciones en el estado de alarma, que han pasado de ser propuestas del grupo de Unidas Podemos a su asunción por parte de la presidencia del Gobierno, en manos del PSOE. Medidas de ayuda económica para los trabajadores y las pequeñas empresas, aumento del confinamiento, moratorias de alquiler o incluso la renta mínima, se van incorporando al escenario.

Inmersos en un apocalipsis de andar por casa, los que miramos la evolución social desde un punto de vista humanista e izquierdista estamos asistiendo a la confirmación comprimida de las tesis más optimistas, que dan la razón a la razón. En este contexto, la actitud de los países europeos más ricos no es más que una patada a la lógica, desde la previsible posición de superioridad de los poderosos. Pero esa es otra historia, claro. La del progreso, no.

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