Cambiar el paradigma
A mí no me parece mal, y creo que es una vieja aspiración de la izquierda. Lo que pasa es que los modernos han entrado en tromba y han llenado todo de expresiones que a los antiguos nos suenan ridículas. Este fenómeno es, pues, intergeneracional. Veamos de qué estoy hablando, a través de un breve glosario improvisado.
Aceleración, banco del tiempo, biblioteca de las cosas, bienestar integral, biodiversidad, branding, capacitación, cocreación, coformación, cogestión, comunicación emocional, competitivo, corner made, cosourcing, coworking, didáctica expandida, dinamización, economía colaborativa, empoderamiento, emprendedor, especificidad, gamificación, gastrobar, hackeo, headhunter, horizontalidad, inboud marketing, impacto visual, influencer, informalidad, innovación, instalación, integrado, interactividad, interdisciplinar, interrelación, intervención, lab, makerspace, mapeo, microseminario, minimizar, multimedia, optimizar, participación activa, periférico, perspectivismo, polivalencia, pop up store, preincubación, prototipado, posicionamiento, redes, reciclaje creativo, relacional, repensar, reputación online, resiliencia, retos, semillero, semipermanencia, sesiones grupales, sinergias, singular, social media, slow food, sostenibilidad, transformación, trending, videomarketing, visibilidad, vivero, videomapping…
Se trata de un batiburrillo de expresiones compuestas, anglicismos, neologismos, conceptos tecnológicos, empresariales, de arte contemporáneo, ecológicos, de sociología capitalista y algún que otro préstamo adaptado del marxismo, del anarquismo y del psicoanálisis. Sin olvidar las palabras que no significan absolutamente nada.
Los componentes de esta tendencia avanzada consideran superadas las ideologías del siglo XX, aunque suelen formar parte de grupos humanos herederos de aquéllas (caso de los socialdemócratas y/o neoanarquistas PSOE o Podemos en España).
Hubo una vez una rica herencia literaria, artística y de pensamiento que iluminaba el progreso científico, cultural y social. Se hablaba de libertad, de igualdad, de justicia. Los pueblos luchaban por avanzar hacia esas utopías.
El futuro es un club de golf sin jugadores ni césped, regado con zumo de naranja procedente de concentrado e iluminado con leds, donde nos relacionaremos virtualmente con nuestros falsos vecinos. Las reglas del juego las habrá creado el inconsciente colectivo. Los beneficios económicos, sin embargo, serán para los mismos de siempre.
El altermundismo, las ONG, el neoliberalismo, las religiones nuevaoleras, las pseudociencias, el animalismo, el veganismo y hasta la impresión de muñecos en 3D aportan los ingredientes a la ensalada mental de estos humanos, que constituyen la vanguardia de nuestras sociedades. Es la nueva demostración palmaria de que el lenguaje crea realidades.
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