Meninas secuenciadas



Antonio Mingote y Diego Velázquez son los autores de esta tira cómica de tres viñetas.


En la primera, obra de Mingote, vemos al pintor Velázquez apoyado en el bastidor de un gran lienzo en blanco, diciendo: "...Hay días en que no se le ocurre a uno nada". Tras él, una profusión de personajes que entran por la puerta del fondo, encabezados por un perro mastín, perseguido por un enano italiano de 20 años, Nicolasito Pertusato, que vivía en el palacio del rey Felipe IV.


En la segunda, pintada por el propio Velázquez, estos personajes han tomado su sitio en un cuadro hoy considerado la obra maestra de su autor: el pintor ha cogido su paleta y mira al atónito espectador, que ve a la menina (dama noble que sirve a la familia real) María Agustina Sarmiento ofreciendo agua a la infanta Margarita Teresa, hija del rey y protagonista del lienzo. Otra menina, Isabel de Velasco, hace una reverencia a la infanta, a la derecha. La enana alemana Mari Bárbola aparece junto a Nicolasito, que pisa al mastín. Marcela de Ulloa y Diego Ruiz, cuidadores de Margarita, conversan tras los enanos. Al fondo, José Nieto, aposentador de la reina, no se sabe si entra o sale. Y en un espejo, los reyes Felipe IV y su mujer, Mariana, a los que está pintando don Diego. Son quienes ven la misma escena que nosotros.


La tercera, de nuevo de Mingote (más moderno y picassiano), es la consecuencia directa de la indecisión de José Nieto: como ni entra ni sale, la puerta permanece abierta y hay corriente. Así que mientras el perro, consecuente, muerde al enano, la infanta Margarita Teresa vuela por mor de su menudez y de su miriñaque. Todos, incluidos los reyes, asisten pasmados al fenómeno; excepto Nicolasito, que está más preocupado por su tobillo, y Mari Bárbola, que permanece absorta en su hidrocefalia.


Addenda:

No puedo evitar añadir la versión de Francisco Ibáñez de esta obra.


Al fondo, el Botones Sacarino, inocente, prende un cohete en un cuadro, que se le escapa entre las piernas y va a parar directamente al cuadro inferior, donde en décimas de segundo el presi y el dire acabarán chamuscados. Ofelia, secretaria de la T.I.A., posa a la derecha cual Maja de Goya; eso sí, vestida. Otilio va a dar cuenta de su bocadillo de cocodrilo, lo cual no acaba de agradar a Pepe Gotera. Mortadelo luce encantador su disfraz de menina Isabel de Velasco, aunque Filemón permanece a su lado enfurruñado. Rompetechos nos explica por fin por qué Nicolasito Pertusato pisaba al perro: creía que era un taxi. El profesor Bacterio no ha tenido excesivo éxito con su pócima anti abscesos, puesto que aplicada a la nariz del Súper ha hecho su apareción una berenjena. El autor sustituye el pincel por la pluma y la paleta por el bote de tinta. Por fin, al fondo, lleno de telarañas por ese no saber si entra o sale, Manuel Darias, crítico de historieta y destinatario del dibujo, permanece aburrido. Como la escena sucede en 1985, podemos intuir que la página gigante que dibuja el maestro es una de las últimas que creó para Editorial Bruguera. La imagen está sacada de http://mortadelo-filemon.es.

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